Este martes 5 de mayo, en ocasión del intento de invasión con mercenarios sufrido por la República Bolivariana de Venezuela durante los últimos días y cuya amenaza aún no ha sido conjurada plenamente, el filósofo y analista político Miguel Ángel Pérez Pirela destinó la edición 83 de su programa Desde Donde Sea a explicar el propósito ulterior de la derecha local tras esas acciones: en émulo de lo que ocurre en Colombia, perseguirían hacerse del poder político por la vía de la fragmentación del Estado-Nación venezolano. Todavía más: tienen casi dos décadas intentando implantar la semilla del paramilitarismo.

 

Por si ello no bastara, en franca colaboración con los agentes locales, el vecino país ha hecho denodados esfuerzos, que en otras circunstancias habrían derivado en una declaración de guerra por parte de Venezuela. Sin embargo, eso no ha sucedido, y la razón esencial tras esto es que parece estar claro que Colombia es un peón a disposición de un juego imperial de más alto nivel. 

 

Trump, Guaidó y Colombia: A la cabeza, Trump; en la base, los peones imperiales

 

En juicio de Pérez Pirela, pueden identificarse tres actores esenciales asociados al intento de invasión con mercenarios: por un lado, el gobierno estadounidense, encabezado en la actualidad por Donald Trump; por otro, la ultraderecha local, cuya cara más visible es, en este momento, Juan Guaidó. En paralelo, va Colombia. 

 

No obstante, en esta configuración –que el analista ilustró con un triángulo– la Administración Trump tendría un rol jerárquicamente superior, mientras que el extremismo opositor criollo y Colombia estarían al mismo nivel, en tanto son agentes cuyas actuaciones están mediadas por lo que indique el Gobierno de Estados Unidos.   

 

Estos serían, en parecer del experto, los «elementos fundamentales» que determinan una compleja red de causalidades que en este momento agobian a Venezuela de distintos modos, pese a los esfuerzos de los involucrados por desaparecer de escena cuando consiguen los objetivos que se habían trazado, como ocurrió con el intento de invasión a través de las costas, frustrado por las autoridades venezolanas, con colaboración del pueblo organizado. 

 

En ese sentido, se refirió a las declaraciones que emitiera el mandatario estadounidense, quien se desvinculó de los hechos en una intervención brevísima, de apenas 16 segundos. 

 

Dicha conducta fue imitada de inmediato por su operador local Juan Guaidó, que amén de deslindarse, acusó al Gobierno Bolivariano de estar tras un incidente y montar un show, aunque a las pocas horas apareció de nuevo en las redes exigiendo el respeto de los derechos humanos de los mercenarios capturados. 

 

La costura del político opositor fue tan descarada, que es imposible atribuirle coherencia, toda vez que, aunque negó la existencia de los mercenarios muertos y apresados, este grupo había participado con él en el fallido golpe de Estado del 30 de abril de 2019. 

 

Aludiendo al principio aristotélico de no-contradicción, según el cual no es posible la existencia de un ente y su negación, el filósofo inquirió retóricamente: «¿Cómo es eso que no existían los mercenarios y luego hay que respetarles los derechos humanos?». 

 

Por su lado, el gobierno colombiano manifestó «extrañeza» frente a los sucesos, si bien, como detalló posteriormente el analista, estaba al tanto de las operaciones de estos grupos irregulares. 

 

De allí que insistiera en que «si no se entiende el triángulo, entonces no se entenderá por dónde –literalmente– vendrán los tiros, dado que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana se ha enfrentado a estos mercenarios, algunos de los cuales todavía no han sido capturados y se encuentran huyendo a través de las montañas de las costas venezolanas. 

 

Otro aspecto, que en el criterio de Miguel Ángel Pérez Pirela, ha de considerarse para comprender la gravedad de los recientes eventos y el papel protagónico que ha jugado Colombia, es comprender las acciones emprendidas por el paramilitarismo en el país desde una perspectiva histórica. 

 

Por tal razón, acompañó esta parte del análisis con las ideas desarrolladas en los libros «La invasión paramilitar: Operación Daktari», escrito en coautoría con Luis Britto García y publicado en 2012 y «La cuestión Colombo-Venezolana», un texto coral coordinado por él, en el que participaron los intelectuales: Eva Golinger, Sergio Rodríguez Gelfestein, Luis Britto García, Iraida Vargas y Mario Sanoja, prologado por la entonces senadora colombiana, Piedad Córdoba.   

 

En el primer libro, Pérez Pirela y Brito García lograron compilar más de una centena de documentos desclasificados por los organismos de inteligencia de Venezuela, en los que se detallan los pormenores de la llamada «Operación Daktari», en la que el gobierno de Álvaro Uribe Vélez envió a más de 100 paramilitares para intentar derrocar al presidente Hugo Chávez, que estaban siendo entrenados en una finca cercana a la capital al momento de su detención. 

 

Entonces, recordó, la reacción de la derecha fue negarlo todo y posteriormente, cuando el peso de la evidencia impedía toda negación, enfilaron sus cañones hacia la caricaturización y banalización de los hechos; ahora, tratan de hacer lo mismo: Trump y Guaidó niegan todo y Colombia «se extraña», pese a que las autoridades venezolanas divulgaron las coordenadas de los campamentos en los que Clíver Alcalá entrenaba el ejército irregular. 

 

Estos procederes, sin embargo, no son ajenos a la ultraderecha violenta, pues la derrota siempre es huérfana y quienes fungieron de protagonistas, acaban por esfumarse, una vez perdida la batalla. Ya ocurrió cuando las guarimbas de 2017, con la intentona golpista del 30 de abril de 2019 y también, con la fallida operación Daktari, que data de 2004. 

 

Colombia, cabeza de playa de las acciones contra Venezuela

 

Durante este segmento del programa, Miguel Ángel Pérez Pirela describió algunas de las acciones que justificarían que Venezuela le hubiera declarado la guerra a Colombia. 

 

En primer término estaría la apropiación indebida de la empresa Monómeros, dedicada al sector petroquímico y uno de los activos más importantes de Venezuela en el extranjero. «¿Qué pasaría si un país se roba la empresa de otro?», se preguntó.  

 

En segundo lugar está el concierto organizado por el millonario Richard Branson en Cúcuta para presuntamente recaudar fondos que se destinarían a la ayuda humanitaria en Venezuela, mientras cantantes inscritos en el «star system» lacrimeaban en la tarima, se preparaba una invasión terrestre con el apoyo de altos funcionarios del gobierno estadounidense, desertores del Ejército venezolano y presidentes de algunos países latinoamericanos. 

 

Finalmente, el ataque fue repelido por las fuerzas de seguridad del Estado venezolano, pero pudo haber dado lugar a una declaratoria de guerra a Colombia por parte de Venezuela. 

 

Estos dos primeros «elementos», desde el punto de vista de Pérez Pirela, ya son casus belli suficientes y evidencian un descaro absoluto por parte del vecino país, que actúa descaradamente y al saberse en falta, ataca para «defenderse».  

 

Un tercer aspecto se refiere a la colaboración que le prestara a Juan Guaidó el sanguinario grupo paramilitar Los Rastrojos, que lo ayudó a abandonar irregularmente el territorio venezolano e incursionar en el del vecino país, pese a que sobre él pesaba una prohibición de traspaso de fronteras. 

 

Este grupo irregular, aparte de ser comprobadamente sanguinario, también está más que comprobado que puede operar a sus anchas, porque está protegido y amparado por «el gobierno paramilitar de Uribe», cuyo títere es Iván Duque. 

 

Lo anterior le permitió introducir otra de las tesis que explicarían por qué Colombia es la cabeza de playa de las acciones contra Venezuela: en el vecino país hay tres Estados y una sola nación. Uno de los Estados está bajo el control del gobierno de Iván Duque, otro bajo el de las insurgencias guerrilleras y un tercero, bajo el paramilitarismo, lo que significa en la práctica, un desmembramiento de la Nación. 

 

«¿Queremos eso para Venezuela?», indagó. De inmediato, explicó que estos factores de la derecha comprometidos con las acciones mercenarias, ya habían decretado un gobierno paralelo, un Tribunal Supremo de Justicia paralelo y pretenden conformar hasta un para-ejército con los desertores venezolanos que huyeron hacia Colombia. 

 

De ahí que lo que está en juego no sea una simple disputa entre factores políticos ubicados en posiciones antagónicas dentro del espectro político, sino la unidad del Estado-Nación, que se expresa en una Venezuela con fronteras comunes, en las que una Fuerza Armada Nacional Bolivariana pueda garantizar la paz y la seguridad en cada punto del territorio. 

 

Citando el capítulo de Britto García en «La cuestión colombo-venezolana», refirió que el paramilitarismo surgió en Colombia durante la década de 1990 de la mano de narcotraficantes, latifundistas y mafiosos regionales, que se aliaron como respuesta al crecimiento que experimentó la insurgencia agrupada en torno a las FARC-EP. 

 

Es entonces cuando surgen las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), con el jefe paramilitar Carlos Castaño a la cabeza. Sería a partir de ese momento cuando, siguiendo a Britto García, se empezó a profundizar la fractura en la unidad del Estado colombiano, hecho que venía avanzando desde al menos una década atrás. 

 

El propósito inicial de estas organizaciones paraestatales que coordinaba Castaño era eliminar a las FARC-EP y al ELN, pero ya a finales de la década de 1990, las AUC eran responsables de al menos el 75% de todas las muertes que se producían en el marco del conflicto y se habían granjeado el apoyo de las Fuerzas Armadas y de los políticos de derecha. En pocos años, pasaron de ser una fuerza paraestatal a una fuerza paramilitar. 

 

Retrotrayendo la discusión a la actualidad, Pérez Pirela se preguntó qué hubiera pasado si los mercenarios hubieran tomado el aeropuerto o el poder político. «¿Quién los iba a parar?», pues si, como señalaba el sociólogo alemán Max Weber, el Estado no logra tener el monopolio de las armas y no puede ejercer el monopolio de la violencia a través de sus Fuerzas Armadas, se produce una desestructuración de la República, que es lo que ocurre en Colombia desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, hace más de siete décadas y el conflicto interno tiene tres frentes: el Estado colombiano, la insurgencia de izquierda y los paramilitares de derecha, a los que se suma, también desde finales de la década de 1990, gracias al inicio del Plan Colombia, la presencia de un importantísimo despliegue militar estadounidense en múltiples bases desperdigadas por todo el territorio del vecino país. 

 

El analista político, apuntando lo que Britto García señala en su trabajo, recordó que desde 1999, Colombia ha sido el tercer país beneficiario de asistencia militar por parte de Estados Unidos. Desde 2001, es el país que cuenta con mayor cantidad de personal militar en todo el mundo y desde 1998, lidera la producción de cocaína en el hemisferio. 

 

El incremento de la presencia estadounidense en el territorio colombiano no es casual: coincide con el ascenso al poder del presidente Hugo Chávez. Tampoco es casual el aumento en la producción de cocaína que se registra en el vecino país, pues financia la actividad paramilitar. 

 

En ese sentido, recordó que Juan Guaidó firmó un contrato en el orden de los 212 millones de dólares pagaderos con dineros del petróleo venezolano, para llenar el país de mercenarios, pero no honró sus deudas y los capturados tras el fallido desembarco en las costas venezolanas aseguran que un narco de la alta Guajira, «Doble rueda», financió la operación paramilitar, bajo el beneplácito del gobierno de Iván Duque. 

 

De modo tal que no hay que perder de vista que el modelo que desde hace 20 años está queriendo instalar a cuentagotas la derecha extrema en el país, pretende paramilitarizar, paraestatizar el Estado venezolano y ya hay suficientes indicios de ello, pues han decretado toda una institucionalidad paralela que se asienta en Colombia y ya antes, el gobierno estadounidense rodeó al país con bases militares y reactivó la IV Flota. 

 

De ahí que la  única manera que tiene la derecha de institucionalizar la violencia en Venezuela «es ir manchando el territorio con zonas paramilitares», es decir, de zonas en las que no puedan ingresar cuerpos de seguridad y donde el control territorial lo ejercen los paramilitares, como acaece en Petare, precisó el analista, puesto que el paramilitarismo puede vestir distintas máscaras: «malandros», guarimberos, mercenarios…, pero todos dan cuenta del mismo hecho: la pérdida de control del Estado de una porción del territorio. 

 

Miguel Ángel Pérez Pirela considera que la guinda de la torta es que hay un intento de invasión con mercenarios, con una empresa de tercerización de la guerra y las lanchas salieron de Colombia. 

 

«Por menos de esto, hubiera habido una guerra contra Colombia, porque ha hecho absolutamente todo, lo imaginable y lo inimaginable, contra los venezolanos, la República Bolivariana de Venezuela, contra el gobierno», subrayó, puesto que cuando se revisan los anales de la historia para hallar alguna explicación, esta no se encuentra, «porque son demasiados los ataques y las amenazas desde Colombia».

 

El tema no se agota y aunque parece estar claro que la apuesta de la derecha local es alcanzar el poder político a través de la  fragmentación de la unidad del Estado-Nación venezolano, impera interpretar los hechos más recientes al calor de estas reflexiones. 

 

Lecturas recomendadas

 

Al cierre de la transmisión, reiteró la recomendación de lectura de los dos libros que utilizó durante el programa. El primero de ellos se intitula «La invasión paramilitar: operación Daktari» y lo escribió en coautoría con el intelectual venezolano Luis Britto García; en el segundo, en el que además de escribir un capítulo, coordinó, lleva por título «La cuestión colombo-venezolana» y le acompañaron  Eva Golinger, Luis Britto García, Iraida Vargas, Mario Sanoja, Sergio Rodríguez. Además está prologado por Piedad Córdoba. Ambos volúmenes se pueden descargar gratuitamente desde internet. 

 

(LaIguana.TV)

 

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