En su acostumbrado viernes filosófico, el comunicador y filósofo venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela ofreció en su programa Desde Donde Sea una clase introductoria acerca de la relación entre Filosofía y Música, presente desde los tiempos presocráticos y que sigue siendo objeto de gran interés.

Antes de entrar en materia, recordó que la Filosofía se divide en varios campos: Epistemología o Filosofía del Conocimiento, Filosofía Política o Moral, donde se inscribe la Ética, Filosofía Teorética y la Estética, que es la rama que se encarga de estudiar la belleza.

En esta última, la obra de arte es entendida como el ‘summum’ de la actividad humana, pues se fundamenta en una cualidad exclusiva del Hombre: la capacidad de definir lo bello y lo feo, siendo el arte aquella actividad que «tiende hacia lo bello», detalló.

Con base en estos fundamentos, indicó, en la clase se reflexionará sobre la obra de arte, pero a partir de la música, que es acompañante del ser humano a lo largo de toda su existencia vital, empleando como soporte fragmentos del documental Mi Cerebro Musical, producido por National Geographic.

La relación dialéctica entre la Ética y la Estética

Pérez Pirela apuntó que tanto la Filosofía como la Estética tienden a ser universales, pues pretenden ser un lenguaje común a todos los pueblos y tienden a la búsqueda de la armonía, de manera tal que, siguiendo esa línea de razonamiento, la creación musical es equilibrada, estética, bella.

A modo de ilustración señaló que así como un acorde busca la belleza a través de la armonía, en una idea del tipo tesis-antítesis-síntesis, como las definiera Hegel, también hay armonía.

Además, destacó que tanto la Música como la Filosofía buscan el goce y tienden a la verdad. La Música, al buscar lo bello, busca la verdad, tal y como lo hace la Filosofía.

Somos seres estructuralmente musicales  

Por otro lado, recordó que los antropólogos han determinado que durante buena parte de la existencia del ser humano, no hubo diferenciación alguna entre la música y el baile, por lo que, en general, puede asumirse que la música es movimiento para los pueblos del mundo y durante casi cualquier punto de su historia, noción que contrasta con la separación entre la ejecución musical y el movimiento que se impuso durante los últimos siglos en Europa Occidental y desde allí, a otras partes del orbe.

Así las cosas, sobre la base de lo anterior, concluyó que antropológicamente somos ritmo, puesto que nuestro ser biológico se puede caracterizar, por ejemplo, a partir de los latidos del corazón, o el ritmo de nuestra marcha.

Asimismo, insistió en que la primera música que escuchamos en el vientre de nuestra madre o la que oímos durante los primeros años de nuestra vida, es determinante para nuestro devenir cultural y esencial para la conformación de recuerdos duraderos.

A ese respecto, presentó el testimonio de un cantante, que aún en su adultez evoca con frecuencia los sonidos de los tambores que escuchaba durante su infancia mientras su vida transcurría en medio de situaciones difíciles, un hecho que los especialistas explican atribuyéndole a los recuerdos la capacidad de fungir como «fuente de eterna juventud».

¿Tienen algo que ver la Música y las Matemáticas?

Desde el costado de la Filosofía, el comunicador venezolano aseguró que para Pitágoras –la Escuela Pitagórica– (570-495 a.C), perteneciente al conjunto de filósofos presocráticos, la música es siempre matemáticas y en ello se apoya para insistir en que  la primera etapa del aprendizaje filosófico debe consistir en escuchar, pues reconocía un vínculo entre salud y música, en tanto la proporción y equilibrio de las notas musicales producen armonía tanto en el cuerpo como en el alma.

Seguidamente relató que según la leyenda, a Pitágoras le llamó la atención las distintas armonías que producían los golpes de un herrero cuando usaba diferentes tipos de martillos e identificó en ellos armonías dependientes del tamaño de la herramienta, un principio que se mantiene en el caso de instrumentos de cuerda como guitarras, bajos o violines.

En un fragmento de Mi Cerebro Musical recuperado a efectos de mostrar que la armonía puede ser descrita matemáticamente a partir de patrones regulares, se comenta que un grupo de científicos analizó miles de canciones ‘pop’ catalogadas como éxitos musicales y arribaron a la conclusión de que todas se inscriben en alguno de los 60 patrones que el cerebro humano ha encontrado como agradables.

Pero, ¿qué es la música y para qué existe?

El analista indicó que el término «música» viene del griego ‘musa’. Etimológicamente indicaría «el arte de las musas» y se define como el arte de organizar de forma sensible y lógica una combinación coherente de sonidos y silencios, siguiendo principios de armonía, melodía y ritmos.

Asentándose en esta noción general, músicos y filósofos han aportado otras definiciones para la música y han reflexionado acerca de su función dentro de la existencia humana y por ello, compartió cinco puntos de vista distintos.

1) «La música es amor en búsqueda de palabras», Sydney Ladnier, músico estadounidense.

2) «La música es el eco del mundo invisible», Giuseppe Mazzini, político italiano.

En este caso, se permitió comentar que lo invisible es el dominio propio de la Filosofía, como se apunta en la alegoría platónica de La Caverna: no podemos fiarnos de las imágenes que vemos porque son la sombra de los objetos, sino que tenemos que salir de la caverna para ver directamente el sol.

3) «Los músicos no se retiran, simplemente paran cuando no hay más música en su interior», Louis Armstrong, trompetista estadounidense.

4) «La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido», Leonard Bernstein, compositor, pianista y director de orquesta estadounidense.

Cerró con una cita del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, quien sostenía que «sin música, la vida sería un error».

Lo que nos dicen Platón y Aristóteles sobre la música

Para Platón, indicó el experto, la música es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo, por lo que la música y la Filosofía serían dos caras de la misma moneda, en tanto  la segunda es una actitud interior regida por la ética y la primera, un acto exterior donde prima la estética.

Particularmente, precisó que en La República, Platón considera que la música ha de ser parte del entrenamiento emocional que reciben los guardianes de la sociedad, pues en su parecer, la educación debe formar a las personas en al menos tres disciplinas: Filosofía (mente), Gimnasia (cuerpo) y Música (alma).

Así, el filósofo griego proscribe las armonías lirias y jónicas porque transmiten la tristeza y la relajación, respectivamente y, por lo contrario, asegura que a los guardianes de la sociedad solamente debía permitírseles escuchar armonías dóricas y frigias porque expresaban amor y templanza, sintetizó Pérez Pirela.

En el mismo orden de ideas, aseguró que para Platón, toda conversación sobre la música debe llevar a lo hermoso, a lo bello, porque esta es el alimento de la virtud, la ética y la moral, elementos con los que define una relación entre Ética y Estética.

Aristóteles, de su lado, dividió el conocimiento en tres tipos de ciencias, a saber: teóricas, prácticas y productivas, y clasificó a la música dentro de las productivas, puntualizó.

Para este pensador, la música nos acostumbra a recrearnos correctamente y es el divertimento del hombre libre, pues contribuye al reposo, al placer y a la virtud de gozar, de amar y de odiar «correctamente». También decía que nos refleja, porque el ritmo de cada ser humano es diferente.

En salto a la contemporaneidad, afirmó que a partir de esta idea aristotélica puede concluirse sin problemas que no hay que ser músico para tener una identidad musical, porque nuestros latidos, nuestro andar y hasta nuestro pensamiento describen un ritmo particular y esta es la base que fundamenta la explicación científica de la música, pues se trata, a fin de cuentas, de un hecho físico.

De regreso a Aristóteles, explicó que Aristóteles divide la vida en tres categorías: vida vegetativa, vida sensitiva  y vida intelectiva. Aplicando esto a la música, se tendría que en el primer caso encajarían los aspectos rítmicos de la música que se expresan en el cuerpo), en el segundo, los aspectos melódicos, mientras que en el tercero se corresponderían con el pensamiento armónico de la música y la simultaneidad de los sonidos percibidos, siendo esto posible porque el pensamiento es armonía.

De este modo, aseveró, aunque en el presente habitualmente se asocia la armonía con la música, el concepto es mucho más amplio. Así, las construcciones teóreticas, para ser tales, deben ser armónicas y, por otro lado, el vehículo de expresión de los pensamientos es la palabra, que es esencialmente ritmo y melodía, es decir, música.  

Las lecciones de San Agustín y Schopenhauer sobre la música

Dejando el mundo griego, Miguel Ángel Pérez Pirela se trasladó al siglo IV d.C, con San Agustín de Hipona, para quien la música es sierva de la religión, lo que implicaba que en su criterio, solo la música que transmitiera un mensaje cristiano era válida, al tiempo que aquella ejecutada exclusivamente con instrumentos no es capaz de expresar nada.

El filósofo reconoció que si bien estas ideas pueden resultar odiosas en el presente, Agustín otorgaba a la música un valor educativo, pues le atribuía la función de calmar «lo más salvaje» de los seres humanos.

Entrando en la Modernidad, recordó que para Arthur Schopenhauer, la voluntad tiene un estatuto de determinístico, del que el Hombre solamente puede escapar a través de la compasión, el ascetismo y el arte, cuya forma más elevada es la música.

Así, Schopenhauer dirá que la música, a la que define como «la presentación manifiesta de la esencia de la naturaleza», es una experiencia que nos lleva a un reino sin sentido, nos da la sensación de estar con nosotros mismos en algo más allá de nosotros mismos y una experiencia atemporal que viven algunos artistas que son capaces de expresarla, refirió al respecto.

Empero, matizó, para el filósofo alemán no todos pueden acercase a esta experiencia, sino solamente pueden lograrla quienes producen «arte auténtico» –entendido este como aquel que está en contacto con ‘algo’ más elevado–, es decir, los genios, pues están dotados de la capacidad para percibir y transmitir lo eterno, si bien este orden extraordinario impide que se integren al mundo, pues no comprenden cómo funciona.

Apolo y Dionisio: la tragedia griega nietzscheana y la música

Pérez Pirela puntualizó que la música es un instrumento poderoso de cohesión social y una expresión de la plenitud vida, tal y como ha apuntado la Filosofía contemporánea, particularmente de la mano de Friedrich Nietzsche, que en El Ocaso de los Ídolos ilustra el su poder vitalista, pues esta permite escapar de la miseria de la vida terrena y contemplar la trascendencia.

A modo de ilustración, presentó un corto en el que el músico inglés Sting se refiere a la obra del jazzista estadounidense Thelonious Monk y la complejidad de la música, a la que ve como un rompecabezas que está decidido a resolver y cuanto más grande es el reto, más lo disfruta.

En su reflexión, Sting también confesó que a menudo piensa en por qué a la gente le gusta un cierto tipo de música y no otra.  

De regreso a Nietzsche, el comunicador explicó que plantea dos principios ontológicos estéticos: lo apolíneo –por el dios griego Apolo–, que busca el orden de las cosas, y lo dionisíaco –por el dios griego Dionisio–, que define como la fuerza que mueve al cosmos, carente de toda razón, eternamente enfrentados, pero de cuyo choque pudo emerger la más alta de las creatividades humanas: la tragedia griega, donde lo apolíneo y lo dionisíaco coexisten en equilibrio, pues las cosas más terribles y crudas, son cantadas por el coro y los actores.

En el Origen de la Tragedia, Nietzsche asegura que dentro de la polis griega, los principios apolíneos dominaban la escultura, la arquitectura, la pintura y las leyes, mientras que los dionisíacos se imponían en los ritos religiosos, en el vino, la danza y la música.

Para Nietzsche, agregó Pérez Pirela, el arte es una actividad donde no se juegan solamente los gustos sino nuestra propia existencia, pues la verdad terrible contenida en el arte es soportable a través del velo de la belleza.

«La música une todas las cualidades: nos puede exaltar, entretener, levantarnos el ánimo o romper el más duro de los corazones con los suaves tonos melancólicos más suaves. Pero su principal tarea es guiar nuestro pensamientos a cosas más elevadas (…). El arte musical a menudo habla en sonidos más penetrantes que las palabras de la poesía (…). Una canción eleva nuestro ser y nos lleva hacia el bien y la la verdad», citó, como síntesis de todo lo antes expresado.

(LaIguana.TV)