En la mayor parte de los escenarios electorales de las primarias del 8 de agosto, la pugna era entre líderes regionales o locales. En muchos casos, esos dirigentes eran (y son) representantes de corrientes internas del Partido Socialista Unido de Venezuela. Pero en el municipio Simón Planas del estado Lara lo que se dirimió fue algo más: una cuestión ideológica y hasta podría decirse que la manera de estar en el mundo.

Se supone que este tipo de confrontación es de esperarse en elecciones propiamente dichas, en las que hay candidatos revolucionarios y candidatos contrarrevolucionarios. Lo significativo en este caso es que ocurre dentro de los límites del Psuv.

Se trata de todo un síntoma de lo que está pasando en el partido de gobierno, una evidencia de las deformaciones que ha experimentado en lo que respecta al modo de ejercer el poder. Y también parece ser una prueba de las respuestas que, desde lo interno, se están produciendo.

En Simón Planas, una jurisdicción principalmente rural enclavada en las estribaciones montañosas de Lara, se disputaron la nominación el actual alcalde, Jean Ortiz, y el líder de la comuna El Maizal Ángel Prado.

A simple vista era solo una entre 335 alcaldías del país y no exactamente entre las más importantes por el número de habitantes o por condición de capitalidad. Pero las expectativas sobre lo que estaba en juego elevaron esta disputa hasta un rango nacional.

En primer lugar, Prado había pretendido ser al candidato a la alcaldía en 2017, pero la dirección del Psuv se lo impidió, bajo el argumento de que era integrante de la Asamblea Nacional Constituyente. Esa decisión habría sido perfectamente comprensible si se le hubiese aplicado a todos los miembros de la ANC, pero no fue así. Otros sí fueron autorizados a desempeñar diversos cargos.

Prado igualmente ganó las elecciones al aparecer en tarjetas de partidos distintos al PSUV, pero el Consejo Nacional Electoral, acatando la decisión de la directiva de la ANC, proclamó ganador a Jean Ortiz. Las bases del municipio quedaron con el amargo sabor de que su líder había sido discriminado.

Este año, ya desactivada la ANC, las aguas retomaron su cauce y Prado se impuso a Ortiz, luego de una campaña en la que líderes sociales y hasta figuras internacionales le expresaron su apoyo a través de redes sociales.

Aparte de esta suerte de revancha contra un trato injusto, en la elección de Prado estaban envueltos asuntos de mayor envergadura: el dilema entre la estructura económica convencional y el modelo de la comuna; la controversia entre el modo predominante de hacer política partidista (piramidal y clientelar) y la propuesta de vincular, por fin, a la organización política con el Poder Popular.

Prado, desde la praxis de El Maizal, ha logrado encarnar la consigna «comuna o nada», que muchos otros repiten en un plano estrictamente retórico. La posibilidad de que las organizaciones comunitarias se empoderen en las estructuras tradicionales tiene muchos más detractores de lo que podría pensarse y una parte de ellos está dentro del partido socialista.

Reinaldo Iturriza, exministro de Comunas (y de Cultura), relató que en Simón Planas fue evidente esta contradicción entre dos modos de entender el chavismo. «Fue una campaña muy intensa. No se enfrentaron los típicos dos precandidatos del partido, sino dos posiciones antagónicas. Por un lado, ese chavismo que se ha ido desclasando e, incluso, corrompiendo; y por el otro, un chavismo muy popular, trabajador, campesino».

Según Iturriza, el alcalde Ortiz desplegó toda la maquinaria, en el sentido más tradicional de la expresión, a través de entrega de alimentos, ventiladores, contribuciones en dólares, control sobre la gasolina en el municipio y, ya en las horas previas a las elecciones y durante la jornada, su bando intentó intimidar y coaccionar a los votantes de Prado. «Fue una expresión del peor sindicalismo cabillero y malandro, pero la gente que sabe que es mayoría esperó pacientemente y aguantó las agresiones para poder votar».

«No hubo mensaje político de fondo de parte de Ortiz, sino un uso de las herramientas del poder. Mientras el movimiento comunero tiene unos planteamientos muy firmes y, además, la comuna no es algo etéreo, sino una realidad muy concreta. Acá la gente puede ir al abasto comunal a comprar sus productos a precios justos. Es un liderazgo joven, inteligente y honesto, que no paró ni un día en la movilización casa por casa a todo lo largo del territorio», opinó Iturriza.

Lo que viene ahora es, según el exministro, «recuperar al partido y quebrar la lógica clientelar que ha hecho demasiado daño, tanto aquí como en todas partes».

«Se abren unas perspectivas muy interesantes tanto en el PSUV como en la alcaldía, donde debe desarrollarse un gobierno mínimamente decente, sin descuidar la apuesta comunal. El esfuerzo debe orientarse a llevar a la alcaldía la lógica del autogobierno comunal, de la participación de la gente, sumando a todos los que querían participar», puntualizó.

En el municipio Simón Planas, con 26,17% se registró la mayor participación de todo el estado Lara, ello a pesar de los obstáculos que opuso el sector vinculado a la alcaldía. Las proyecciones del ganador es que el 21 de noviembre se duplique al menos la votación, pues participarán muchos de los que no pudieron hacerlo el domingo 8 y también gran cantidad de personas no militantes del PSUV que simpatizan con el movimiento comunero.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)