En la edición 393 de su programa Desde Donde Sea transmitida este miércoles 8 de diciembre, Miguel Ángel Pérez Pirela sostuvo un intercambio filosófico con el académico venezolano Vladimir Acosta sobre el colonialismo, que, con otras caras y otros métodos, no ha abandonado al continente. 

Acosta, quien es historiador, filósofo y escritor venezolano, fue el autor homenajeado en la XVII edición de la Feria Internacional del Libro de Venezuela, ha escrito una copiosa obra, en la que figuran títulos como «El monstruo y sus entrañas: un estudio crítico de la sociedad estadounidense», donde expone los fundamentos que explican el surgimiento de esa nación como potencia imperial-colonialista.

Un título que homenajea a José Martí 

Acosta precisó que tituló su libro como homenaje al poeta y revolucionario cubano José Martí, que acuñó el término «monstruo» para referirse a los Estados Unidos, tras haber residido allí 15 años.

Su trabajo, explicó, consiste en una revisión crítica de ese país a partir de fuentes estadounidenses. Empero, destacó que cuando se trata de cuestionar los fundamentos de su sociedad, los trabajos se quedan cortos, pues los autores de ese país no son capaces de arribar a esos niveles de análisis, en tanto han sido modelados por una cultura con fuerte raigambre racista y colonialista. 

En contraste, asegura que los latinoamericanos, en tanto víctimas de la mayor parte de agresiones, invasiones y golpes de Estado perpetradas por Estados Unidos del siglo XX en adelante, cuentan con una ventaja al abordar esos temas desde una perspectiva que integra la Antropología, la Historia y la Sociología. 

El académico advirtió que en su libro no se encontrarán descalificaciones fáciles contra Estados Unidos, sino argumentos cuidadosamente documentados, que llenan un vacío en América Latina en términos de la comprensión profunda de la sociedad estadounidense y los modos en los que opera su dominación imperialista. 

Insistió, asimismo, que los Estados Unidos ha entrado en una decadencia lenta, pero imparable –lo que se corresponde con su creciente retroceso en Asia y en otras regiones– y a la postre conseguirá su principal base de apoyo en los países latinoamericanos, que, en su criterio, serán los últimos en liberarse de los yugos imperialistas impuestos por la nación del norte.

Ausencia de fundamento en los estudios académicos de América Latina sobre EEUU

El historiador considera que, en América Latina, los intelectuales cubanos representan una honrosa excepción en términos de la rigurosidad de los estudios sociológicos sobre Estados Unidos.

En su lugar, advierte que predominan los libros dedicados a las denuncias de las agresiones imperialistas en la región, cuando no panfletos, que poco contribuyen a conocer en profundidad los fundamentos del poder imperial estadounidense. 

Una ausencia notable, que su libro trata de subsanar, es el estudio de la religión, en tanto esta representa un componente en el que se ancla su ejercicio del poder, que es indisociable de su constitución como sociedad. Inclusive, manifestó que aspectos como el expansionismo estadounidense y su tesis del destino manifiesto, hunden sus raíces en la doctrina religiosa. 

Seguidamente, explicó que Estados Unidos es un país semidemocrático. La frase, aunque puede ser interpretada como un panfleto, realmente no lo es, pues si bien su Constitución es republicana, contiene un fuerte componente esclavista. 

Para argumentar su posición, refirió que la Guerra de Secesión que emprendió el entonces presidente Abraham Lincoln, es una demostración de la hipocresía estadounidense en torno a la esclavitud, pues lejos de pretender poner fin al flagelo, el mandatario trataba de preservar una unidad  territorial entre el Norte y el Sur que  lucía imposible. 

La decadencia imperial estadounidense

Para Vladimir Acosta, la decadencia del imperio estadounidense dispone de abundante evidencia a favor. Desde su punto de vista, esta decadencia se expresa en una crisis sistémica y multidimensional que abarca a todos los ámbitos de la sociedad, sin que hasta ahora se pueda catalogar como una crisis revolucionaria. 

En su lugar, asegura, esa crisis es más similar a un caos y es más probable que se concreten algunas tentativas secesionistas que ya están en marcha, antes de que se consolide un proceso revolucionario. 

En su opinión, un aspecto que torpedea las posibilidades de organización revolucionaria en los Estados Unidos, es la existencia de colegios electorales, que impiden el ejercicio pleno del voto popular y, con ello, preservan el orden político vigente. 

Acosta detalló que en su libro «El monstruo y sus entrañas» estudia en detalle la Constitución estadounidense –a la que no dudó en tachar de antidemocrática–, así como las sucesivas enmiendas, en las que, sostiene, se garantiza la perpetuación de su régimen, al tiempo que se justifican las acciones genocidas que han cometido las sucesivas administraciones. 

Además, enfatizó que nunca ha sido cierto que Estados Unidos ha podido hacer frente a potencias imperialistas en todos los conflictos armados. En ese orden, ilustró que la II Guerra Mundial la ganó la Unión Soviética, al tiempo que las tropas estadounidenses combatieron brevemente en Francia y en otros puntos de Europa, pero frente a un ejército nazi ya mermado y en franco retroceso, presionado por el avance soviético en el frente oriental.

Así, recordó que el cacareado triunfo contra Japón, en realidad se tradujo en el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre la población civil, aún a sabiendas de que la rendición militar nipona estaba en puertas. 

¿Cómo nos metieron en la colonia?

Al ser inquirido cómo nos metieron en la colonia, el autor apuntó que su libro «Salir de la Colonia» es el producto de una larga investigación y de reflexiones derivadas de sus clases, aunque lo sistematizó entre septiembre de 2019 y enero de 2020. 

Además, refirió que los aportes de los pensadores latinoamericanos que han estudiado en detalle el colonialismo y sus consecuencias, no han resonado ni siquiera en los países que tienen gobiernos progresistas y tampoco el debate ha permeado en las personas comunes y corrientes, los explotados, base de toda lucha revolucionaria. 

A su juicio, el término «colonia» tiene en el imaginario una carga de pasado, en tanto a menudo se suele asociar con las guerras de independencia del siglo XIX. No obstante, matizó que Gran Bretaña, aliado circunstancial de los países que luchaban contra España, hizo suscribir a cada una de las recién nacidas naciones tratados injustos con los que se saqueó durante décadas toda posible riqueza y se perpetuaron las relaciones coloniales. 

De este modo, pese a que ese país no conquistó la mayor parte del territorio recién liberado, consiguió dominar efectivamente el comercio, la banca y otros sectores estratégicos. Sin embargo, agregó, los británicos reafirmaron su posición, apoderándose del territorio de la actual Belice, así como del Esequibo, un territorio que antes habían reconocido como venezolano.  

Sobre esto último comentó que, a fines del siglo XIX, Estados Unidos gozaba de gran prestigio en el continente, particularmente en Venezuela, pues colaboró con el país en sus reclamos frente a las pretensiones de Londres de apropiarse no solo del Esequibo, sino de las bocas del Orinoco y de las minas de oro de El Callao. 

Acosta matizó que estas acciones no eran exactamente desinteresadas, sino que más bien para la época, los Estados Unidos carecían de fuerza para enfrentar al entonces todopoderoso imperio británico, que dominaba el comercio y la producción industrial, aunque sí gozaban de un cierto prestigio que les permitió posicionarse como voceros y defensores de los intereses venezolanos en una disputa amañada de entrada.

Detalló que la emergencia de estadounidense como potencia se produjo tras la Guerra de Secesión, en la que el Norte, bando vencedor, apostó por el desarrollo industrial y la expansión territorial, al tiempo que avanzó en sus intentos por afianzar su influencia en la región bajo la noción de Panamericanismo, que vendió falsamente como un símil de la noción de Patria Grande que planteara Simón Bolívar.

Fue así, relató, como se sentaron las bases la hegemonía estadounidense sobre América Latina, que terminó de afianzarse en el siglo XX con mecanismos como la Organización de Estados Americanos y los Tratados de Libre Comercio. 

Esta hegemonía, insistió, tiene un componente colonial indisociable, razón por la cual los pueblos latinoamericanos deben conocer los mecanismos de dominación hegemónica de los Estados Unidos y los pueblos tendrían que incorporarlos como bandera irrenunciable en sus luchas. 

Petróleo y colonialismo estadounidense en Venezuela

El petróleo fue la puerta de entrada del colonialismo de factura estadounidense. Por eso, el pensador refirió que en su libro Salir de la Colonia dedicó un capítulo entero a describir la consolidación de la influencia de esa nación en Venezuela, que no se produjo sino ya entrado el siglo XX, en la década de 1930, cuando se produjo el desplazamiento del café como principal producto de exportación en favor del petróleo.

Durante el resto del siglo, el país vivió una relativa prosperidad basada en la explotación petrolera, con la que Estados Unidos obtuvo importantes ganancias. Empero, Edgar Sanabria, quien presidió brevemente la Junta de Gobierno antes de que Rómulo Betancourt asumiera la primera magistratura en 1959, modificó una ley aprobada en la década de 1940, que estipulaba una repartición equitativa de las ganancias. 

A despecho del jefe de la compañía Creole, contó Acosta, Sanabria estipuló que Venezuela debía conservar el 60% y las compañías estadounidenses, el resto y se negó en redondo a modificar su decisión, a pesar de las presiones y amenazas que recibió. 

Empero, la estrategia de dominación de la Casa Blanca abarcó también el ámbito cultural, al establecer el Centro Venezolano Americano (CVA) como instrumento de dominación y mantener a los sucesivos gobiernos, así como a la burguesía y a la clase media bajo su égida cultural. 

Desde su punto de vista, esta conducta pro-yanqui tuvo sus peores expresiones cuando ascendió al poder el presidente Hugo Chávez, vista su defensa a ultranza de los intereses nacionales, aunque resucitó en la faz de los grupos sediciosos que han pretendido derrocar al chavismo gobernante, pero solo a cambio de cuantiosos montos provenientes del propio Tesoro, al que Washington ha echado mano con completo descaro. 

Pese a lo dicho, en criterio del historiador, Estados Unidos «ya no emociona a nadie» y los países que le siguen, lo hacen por servilismo. Este asunto, subrayó, es responsable en buena medida de que esa nación ejerza un poder hegemónico, inclusive a pesar de su inocultable decadencia. 

EEUU solo recibe cachetadas en las arenas internacionales

Para Vladimir Acosta está claro que Estados Unidos solamente recibe cachetadas de Rusia y China, cuyos representantes diplomáticos suelen responder a la verborrea guerrerista de Washington con elegancia y sarcasmo. 

De otro lado, enfatizó que «la banda de cipayos» –refiriéndose a Juan Guaidó y a sus colaboradores– se está desmoronando, lo que pone a Estados Unidos al borde del ridículo, pues se trata de un asunto grotesco, indefendible hasta para ellos. A pesar de eso, recordó, Washington insiste en respaldar esa cuestionable iniciativa. 

En ese orden, el escritor apuntó que a los Estados Unidos no le importa que mueran personas y, antes bien, aseguró que los gobiernos estadounidenses habían matado más personas que el régimen nazi, considerado el paradigma de los genocidios. Lo mismo vale, indicó, en el caso de las recurrentes violaciones a los derechos humanos que cometen sobre otros pueblos. 

¿Hay manera de salir de la colonia?

A modo de cierre, el pensador confesó que no sabe cómo salir de la colonia, pero sí defiende que el tema tiene que convertirse en un aspecto consustancial de las luchas populares, lo que hasta ahora no se ha conseguido, a pesar de que existe material serio, accesible y extensamente documentado. 

La lucha contra la hegemonía estadounidense, afirma, es común a todos los pueblos que la padecen y eso debería bastar para que se articule una iniciativa seria al respecto. 

Por ello, enfatizó en la necesidad de formarse y estudiar, pues uno de los «logros más criminales» de la hegemonía estadounidense consiste justamente en difundir contenidos de muy baja calidad y de fácil consumo, que atentan contra la capacidad de pensar y de razonar. 

Estos sistemas de información diseñados con la lógica estadounidense, impiden que las personas se informen adecuadamente, pues mientras intentan conocer un tema que les interesa, son bombardeadas con imágenes, anuncios y enlaces que les dispersan de su propósito, dijo para concluir.

(LaIguana.TV)