hugo-frias-c.jpg

La amenaza latente de Estados Unidos contra Venezuela ha ido creciendo con el pasar del tiempo. No es nuevo para nosotros que las relaciones diplomáticas entre nuestros países sean difíciles, pero las agresiones por parte del imperio estadounidense han escalado hasta considerarnos una amenaza “inusual y extraordinaria” para su seguridad nacional, y sus intereses en el continente.

 

Las desavenencias entre el Gobierno de EE.UU. y Venezuela son de larga data, y tendríamos que remontar la vista al Comandante Hugo Chávez, como principal baluarte de la lucha antimperialista de nuestro país. Tras la siembra del Comandante invicto, y con la asunción como presidente de Nicolás Maduro, los ataques gringos arrecian.

 

Recordemos que al poco tiempo de resultar electo el hoy legítimo Presidente de nuestro país, Estados Unidos sugirió –alineado con la oposición venezolana– un reconteo de votos. Había empezado el recio ataque contra el Gobierno revolucionario y chavista del Presidente Obrero.

 

No solo se le negó el sobrevuelo de territorio estadounidense en el viaje a China del año 2013, sino que la violencia en la “diplomacia” fue aumentando. Hasta planes de magnicidio se han descubierto con la infausta mano estadounidense detrás. Tras un año y medio de ataques, el 7 de diciembre de 2014, Maduro avisa la contraofensiva: “Estoy evaluando las relaciones con el Gobierno de Estados Unidos (…) En su momento explicaré a nuestra patria acciones que tengo que tomar para defender la dignidad, la paz y defender la Constitución”, aseguró.

 

El primer trimestre del año 2015 empezó condicionado por las sanciones a altos funcionarios venezolanos por parte del Gobierno estadounidense por supuestamente violar derechos humanos y estar implicados en actos de corrupción. Sin embargo, ¿no deberían aplicarse las mismas sanciones al Gobierno de Obama por la cárcel de Guantánamo, los “deslices” de los soldados en conflictos armados en Oriente Medio y otra serie de atrocidades de lesa humanidad? ¿Acaso las grandes corporaciones transnacionales de Estados Unidos no son la gran industria de la corrupción, el robo y el saqueo del mundo? ¿Dónde está la moral del Gobierno estadounidense?

 

Recordemos que el pasado 9 de marzo, el presidente estadounidense Barack Obama emitió una nueva serie de sanciones, y declaró la emergencia nacional ante la “amenaza inusual y extraordinaria” que representa nuestro país para sus intereses en la región.

 

¿Es Venezuela una amenaza?

 

Ante la declaración estadounidense, los venezolanos afirman con vehemencia que nuestro país no es una amenaza, al contrario, Venezuela es la esperanza de subsistencia del mundo multipolar, multicéntrico y pluricultural que tanto habló el Comandante Chávez, y que hoy es bastión del Gobierno de Maduro.

 

Los múltiples mecanismos de integración, el reimpulso a coaliciones estratégicas como la Opep, el afianzamiento de relaciones con potencias como China o Rusia en pro del desarrollo regional, así como el apoyo a los países y movimientos contrahegemónicos que el Gobierno venezolano ha brindado son prueba de ello.

 

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y una serie de alianzas con los distintos Estados de la Región dan cuenta de la intención integracionista que ha sido uno de los bastiones de la apuesta venezolana por la paz en la región.

 

Asimismo, y en el orden interno, es de destacar dentro del carácter pacífico y revolucionario de nuestro país, que el sustento de la praxis política venezolana es el Plan de la Patria, dejado a nosotros por el Comandante Chávez; cartilla que sigue al pie de la letra el Gobierno de Maduro.

 

Los cinco objetivos históricos son una prueba de que nuestro país es cuna de un proceso político de transformación de escala planetaria. Pues si el primer objetivo es “mantener la independencia”, y el segundo “profundizar la construcción del Socialismo Bolivariano del siglo XXI en Venezuela”, como alternativa al modelo salvaje del capitalismo, la proyección de estos objetivos, con miras al mantenimiento de la paz y a la consolidación de un mundo más humano se intensifica con la enunciación de los tres objetivos finales.

 

Y es que todo lo anterior, así como “convertir a Venezuela en un país potencia” en lo social, lo económico y lo político, está en concordancia con la idea de cimentar el ascenso de Latinoamérica y el Caribe como una región de mutuo respeto y cooperación, para poder “contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional”, donde  tome cuerpo el mundo multicéntrico y pluripolar, y que, en suma, implica la “salvación del planeta”, por la defenestración del voraz capitalismo que consume poco a poco los recursos naturales y la vida de la Tierra.

 

¿Somos una amenaza? Saque usted sus propias conclusiones.

 

(LaIguana.TV)