El periodista Alexandre Campello, editor de TV Assembleia de Minas Gerais, y su esposa, Ana Martins, estaban en uno de los botes golpeados por la enorme roca que se desprendió en Capitólio, Brasil, con sus dos hijos pequeños, sobrinos y otros familiares. Todos sobrevivieron al accidente que dejó diez muertos, pero resultaron heridos. 

Alexandre se rompió las piernas y la clavícula y tenía hematomas. Él y sus hijos fueron dados de alta del hospital el domingo. Ana Martins seguía hospitalizada con sospecha de tener fracturas de muñecas y clavículas. 

Ese domingo, Alexandre usó las redes sociales para tranquilizar a amigos y familiares. Está fuera de comunicación porque todos perdieron sus celulares en el accidente, por lo que eligió Facebook para agradecer los mensajes y las oraciones y afirmar que su familia “nació de nuevo”. 

“Paso a agradecer todas las oraciones y palabras de cariño ante la tragedia que vivimos en Capitólio. Gracias a Dios, después del susto y la debida atención de emergencia, puedo decir que estamos todos bien. A pesar de las fracturas, ninguno de nosotros tuvo secuelas más graves. Nacimos de nuevo de la mano de Dios. Muchas gracias a todos”, publicó Alexandre en su perfil de Facebook. Alexandre y su familia regresarían a Belo Horizonte este lunes. 

“Como una bomba” 

Fueron pocos, pero decisivos, segundos de reacción, dice el marinero Ederson de Oliveira, quien se encontraba muy cerca de la roca que se derrumbó en el cañón del Capitólio (Minas Gerais), y mató a diez personas en la mañana del sábado. 

El conductor de viajes turísticos y sobreviviente de la tragedia, le dijo a O Globo que estaba sorprendido por la cantidad de piedras que cayeron de la grieta en el muro, cuando decidió alejarse. La tragedia, dice, ocurrió menos de un minuto después. 

“Fui uno de los primeros en llegar al lugar y tomé una foto de las personas (que estaban en el bote); todos quieren una foto con la cascada de fondo. Entonces escuché caer una piedra y pensé: como está lloviendo mucho, un trozo es normal. Pero vi que en la grieta caían muchos otros, y ya no era normal. Entonces decidí alejarme y le dije a un inspector que estaba en el lugar que alertara a los otros barcos”, dice. 

Conocido como Dersinho, el conductor asegura que pudo ver el momento exacto en que la piedra cayó sobre una lancha rápida que se encontraba en el lugar. El desastre ocurrió, estima, entre 40 y 50 segundos después de que notó el desmoronamiento de rocas más pequeñas. “Fue todo muy triste”, lamenta. 

Él cree que la advertencia para que la otra embarcación se aleje no se escuchó debido al ruido de los botes, la música y la cascada en sí: “Pensé que la piedra se iba a caer como un edificio demolido. Entonces vi, por las imágenes, que el soporte de piedra estaba dislocado. Si hubiéramos imaginado que iba a caer hacia adelante, habríamos estado incluso más lejos que la distancia de 30 a 40 metros de donde vimos el desastre”, recuerda. 

La impresión inicial, dice, era que la piedra caería de arriba abajo, en vertical, “como un edificio en demolición”, lo que no sucedió. 

El marinero sufrió una herida en la cabeza por los fragmentos del parabrisas de su bote que volaron hacia él con el violento movimiento del agua y las piedras en la caída de la roca. Los pasajeros de su barco -siete ocupantes, incluido dos niños, en una embarcación con capacidad para 12 personas- están bien. 

Cerca de la roca, fue una implosión, como una bomba, que lanzó a todos por los aires. Nosotros, que estábamos más lejos, vimos una ola de tres o cuatro metros. Gracias a Dios, mi barco es más grande (que el promedio). Para nosotros, fue algo así como un efecto del mar, nos levantó y luego volvió a bajar -explica-. Si te digo que voy a cerrar los ojos, dormir y olvidarme [del momento], es mentira. Recordaré [la imagen] por el resto de mi vida, pero intentaré controlarme porque este es mi sustento”. 

“La parada del baño nos salvó” 

Kelly Rosa, de 40 años, propietaria de una empresa que organiza eventos en Várzea Paulista, en el estado de São Paulo, también pasó por una situación traumática. Viajó con su esposo, hija y amigos a Capitólio este fin de semana y estaba muy cerca del cañón en el momento del accidente. 

“Estábamos al costado (de la roca), llegamos al lugar del accidente unos diez minutos después del hecho. Antes del cañón hay una parada llamada ‘Lagoa Azul’ (una especie de muelle con servicios) y el conducto de nuestra lancha no quería parar porque era un lugar muy concurrido. Mi esposo, sin embargo, quería ir al baño, y le dije que agradeciera a Dios que tomamos ese descanso de 15 minutos, o estaríamos en el lugar exacto en el momento en que todo sucedió”, dice. 

También menciona que, al llegar al sitio, notó que los botes estaban demasiado atrás. Una moto de agua, que parecía una inspección, tenía a un niño ensangrentado a bordo. 

Él gritaba, desesperado, que no avanzáramos. Pero estábamos emocionados dentro del barco, no le prestamos mucha atención. Solo más tarde vimos que había sucedido algo malo, todavía no podíamos imaginar la magnitud del accidente”, recuerda. 

El niño que viajaba en la moto de agua, recuerda, se llamaba Breno y solo tenía heridas leves. Lo llevaron a la lancha en la que ella estaba. Kelly Rosa cuenta que, poco después, se reencontró con su madre. 

Una enfermera de Várzea Paulista, Jane Freitas, que estaba en el grupo de Kelly, ayudó a otro niño que tenía un vidrio roto en la piel. En total, Kelly Rosa cree que ha acompañado a cuatro niños que necesitaban ayuda. 

“La región sufrió un período lluvioso de más de veinte días. Entonces, si existe ese riesgo, el sitio debería haber sido aislado. Además, ni siquiera había salvavidas. Recibimos artículos de primeros auxilios de las personas que se los llevaron porque los pilotos de la lancha rápida no los tenían. El lugar donde nos detuvimos no tenía cosas básicas como una caja (de primeros auxilios) o un collar cervical”, dice. 

Kelly Rosa vio al menos diez heridos retirados de la escena. Pero dice que un día piensa en regresar al lugar para liberarse del trauma que vivió este fin de semana. “Quizás de esa manera pueda superar este sentimiento de dolor”, dice. 

(La Nación)