El gran perdedor de las elecciones españolas del domingo es el partido ultraderechista Vox, un resultado que muchos atribuyen a sus ideas excesivamente radicales, al llamado al voto «voto útil» del derechista Partido Popular (PP) y a una campaña mediática en su contra.

El partido de Santiago Abascal logró solamente 33 diputados, 19 menos que los 52 que logró en los anteriores comicios de 2019.

Casi todos los partidos tienen excusas para celebrar: el PP, de Alberto Núñez Feijóo, porque ganó en número de escaños y votos; el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), del presidente Pedro Sánchez, porque resistió mucho más de lo previsto y mantiene opciones de volver a ser investido; la coalición izquierdista Sumar porque casi igualó a Vox; y los nacionalistas vascos y catalanes porque siguen siendo indispensables para que España tenga presidente.

Pero Vox no tiene mucho que celebrar.

Visiblemente molesto, el líder de la formación culpó al PP del «fracaso de la alternativa», como se refería al gobierno de coalición que aspiraba a formar.

«Una mala noticia para los españoles»

Durante meses, los sondeos auguraban que, juntos, PP y Vox lograrían los 176 escaños necesarios en el Congreso de los Diputados para llegar al poder.

Pero la formación de Núñez Feijóo se dio cuenta de que cargar con un socio de gobierno así podría acarrearle consecuencias.

Así que decidió enfocar su campaña hacia el centro para captar más votos y poder gobernar en solitario y apeló a los votantes de Vox a sumarse al PP por el llamado «voto útil», para evitar que Sánchez mantenga el poder.

Lo hizo con el argumento de que sus votos le permitirían «gobernar sin los extremos» y de que era mejor votar al PP porque el sistema electoral beneficia a los partidos grandes como el suyo a la hora de repartir los escaños del Congreso de los Diputados.

Su estrategia, y algunos errores del propio Feijóo, como mentir sobre datos económicos o no explicar bien la relación que mantuvo con un conocido narcotraficante en la década de los 90, terminó haciendo migrar parte del voto conservador hacia los partidos progresistas.

«Veo muchas celebraciones en las sedes de los partidos, parece que han ganado todos. Felicito a Feijóo como ganador de las elecciones, que además lo ha hecho como él quería, sin depender de Vox», dijo Abascal el domingo tras el escrutinio.

«Imaginamos que mantendrá la oferta al PSOE para ver si le permite gobernar. Esa oferta que está detrás del blanqueamiento de los cuatro años de gobierno de Pedro Sánchez. Además, hay una muy mala noticia para los españoles, y es que Sánchez puede bloquear una investidura e incluso puede ser investido con el apoyo del comunismo, el separatismo golpista y del terrorismo, ahora con más capacidad de chantaje», agregó.

En su declaración, Abascal no hizo ningún tipo de autocrítica, ni a él ni a su programa de extrema derecha con algunas medidas inconstitucionales, lo que hace que sea muy difícil sumar apoyos más allá de un umbral.

«Si votas Vox, votas a Franco»

España es una democracia relativamente joven. En 1975, con la muerte del general Francisco Franco, puso a fin casi medio siglo de dictadura, así que la memoria de lo que significa vivir sin libertades es muy reciente.

Y Vox es una formación integrada en buena medida por abiertos nostálgicos de ese oscuro período de la historia de España. Y que lanza promesas que son una vuelta al pasado, como la recentralización del Estado, la ilegalización de los partidos independentistas o «la supresión de los gobiernos autonómicos que atenten contra la unidad de España».

Además, promete derogar la ley del aborto, rechaza el concepto de violencia de género y es abiertamente antieuropeo, antiinmigración y contrario al bilingüismo en las regiones donde se habla catalán, vasco y gallego. 

«El 23 de julio es, sin duda, una oportunidad histórica. Si votas a Vox, votas a Franco en 2023», escribió el escritor Jordi Amat en el diario El País.

«Ni en las primeras elecciones democráticas se presentó una candidatura cuyo programa entroncase tan nítidamente con la ideología y la política franquista», agregó.

Pero su fracaso es atribuible también en parte a la campaña mediática en su contra en España, un país con un ecosistema de medios en su mayoría afines a la derecha más tradicional, representada por el PP. Muchos de esos medios hicieron campaña contra el socialista Sánchez, con sus pactos con nacionalistas e independentistas vascos y catalanes, y contra Vox por su programa excesivamente radical.

«Hemos visto a los medios afines al PP apelando de una manera burda al voto útil, perjudicando la suma de la alternativa. También han contribuido a la demonización de Vox y por lo tanto, alentando a los electores de izquierda», denunció Abascal, un exmiembro del PP, tras los resultados.

Un golpe a la ultraderecha europea

Los resultados de las elecciones españolas echan un balde de agua fría al ascenso de la ultraderecha en Europa, que miraba con preocupación estos comicios en la cuarta mayor economía de la Unión Europea.

Ese ascenso, que ya se dio hace años en Hungría, con el gobierno de Viktor Orbán, o en Francia, con el ascenso de Marine Le Pen, tuvo recientemente su máxima expresión en Italia, con la llegada al poder de la primera ministra Giorgia Meloni, cuyo partido Fratelli d’Italia es de raíces neofascistas.

Pero también activó alarmas la llegada al poder en Suecia del conservador Ulf Kristersson, con el apoyo de la formación ultraderechista y antiimigración Demócratas de Suecia.

En Finlandia, el conservador Petteri Orpo logró un acuerdo de gobierno con el populista Partido de los Finlandeses.

Los partidos radicales han logrado hace poco una representación sin precedentes en Alemania, Austria o Grecia.

Figuras de la ultraderecha como el expresidente estadounidense Donald Trump, el exmandatario de Brasil Jair Bolsonaro, el candidato presidencial argentino Javier Milei o el excandidato presidencial chileno José Antonio Kast dieron su apoyo a la formación de Abascal.

(RT)