En las últimas horas, la Guardia Revolucionaria iraní lanzó una serie de misiles balísticos hacia lo que afirmaba serían las «sedes de espionaje» israelíes en la región kurda de Irak y alcanzó objetivos supuestamente vinculados a Daesh en el norte de Siria.

En el comunicado publicado por la Guardia Revolucionaria horas después de los ataques, se explicaba que estos fueron la «respuesta a los recientes crímenes cometidos por grupos terroristas y al martirio de varios de nuestros ciudadanos en Kerman y Rask. Se bombardearon los lugares de reunión de líderes y elementos clave asociados con las recientes operaciones terroristas que tuvieron lugar en Irán».

El ataque en el noroeste de Siria se dirigió contra campos de entrenamiento, sedes de apoyo logístico y un puesto médico utilizado por afiliados a Daesh. En Erbil, la capital de la Región Kurda de Irak, los misiles iraníes destruyeron una supuesta base del Mossad que, según informes, estaba implicada en coordinar los recientes asesinatos de varios comandantes del IRGC y del Eje de la Resistencia, en particular el General del IRGC Razi Mousavi. Durante este ataque, falleció el magnate petrolero kurdo Peshraw Dizayee, propietario del Grupo Empire y Falcon, que aparentemente facilitaba las exportaciones de petróleo a Israel.

Desde el punto de vista político, los ataques iraníes vuelven a servir de recordatorio de que como poder regional, no permitirá que se cuestione su capacidad para defender su autonomía y soberanía nacional. Los ataques en Siria y, en particular, en Irak, eran una necesidad estratégica para la República Islámica desde dos perspectivas que están relacionadas entre sí.

Por un lado, desde un punto de vista material, la respuesta iraní frente a las agresiones sionistas reajusta el equilibrio de disuasión a un nivel adecuado. En otras palabras, Irán tenía la obligación de responder a la Entidad Sionista y su serie de ataques para recordarle que este tipo de situaciones no deben repetirse, y que si suceden, la República Islámica está preparada para responder de manera contundente. Por otro lado, la necesidad de restaurar el equilibrio de disuasión responde a la obligación de Irán de salvaguardar su propia seguridad ontológica.

El concepto de seguridad ontológica (Giddens, 1993) se entiende como el sentido de orden, seguridad y continuidad interna de la identidad de un sujeto o agente en un entorno de constante cambio, lo que facilita y motiva la acción y elección política.

Desde la perspectiva de la seguridad ontológica, Irán se siente amenazado cuando sus comportamientos políticos entran en conflicto con las expectativas asociadas a su auto-identificación. Es decir, además de la necesidad de restaurar el equilibrio disuasorio, la República Islámica está obligada por su propia auto-percepción a oponerse a la mentalidad colonial que busca naturalizar la presencia de fuerzas extranjeras en la región.

La noción de «fuerzas extranjeras» no debe ser considerada desde una perspectiva geográfica, sino más bien analizada desde un punto de vista político-ideológico. Esto implica que no se trata simplemente de una cuestión geográfica, como en el caso de Estados Unidos y el Reino Unido, sino que también se refiere a la Entidad Sionista que, a pesar de su implantación colonial en la geografía regional, es considerada una fuerza ajena precisamente debido a esa implantación colonial. En otras palabras, Irán no puede permitir la presencia de bases sionistas en Iraq, ni desde el punto de vista material ni desde el punto de vista político. Esta misma razón también explica la tensión entre Teherán y Bakú debido a la presencia de bases sionistas en Azerbaiyán.

También es necesario señalar algo que suele pasarse por alto en los análisis de la región, especialmente aquellos centrados en la respuesta iraní. Los ataques ponen de manifiesto la completa preparación de Irán y de los demás miembros del Eje de Resistencia frente a un conflicto general en la región.

Esto no significa que ni el Eje de Resistencia en general ni la República Islámica en particular deseen un conflicto total, pero sí indica su completa disposición y preparación para esa eventualidad.

Irán percibe la región desde la perspectiva de su autonomía y el ejercicio de su soberanía, algo que, como se ha señalado anteriormente, se ve obstaculizado por la presencia de las llamadas fuerzas externas en la región. La necesidad, por lo tanto, de ejercer esa autonomía y soberanía está condicionada a la expulsión (tanto física como política) de esas mismas fuerzas externas.

Por último, es interesante centrarse, aunque sea de manera breve, en los análisis que consideran que los ataques de Irán representan «una escalada en el conflicto». Este tipo de análisis no tiene en cuenta que ha sido la acción conjunta de Estados Unidos e Israel, con el respaldo del Reino Unido, la que ha situado a la región en el estado en que se encuentra en la actualidad. Además, no comprenden que la respuesta de Irán, al igual que la del resto de los integrantes del Eje de Resistencia, es necesaria para asegurar su autonomía y seguir ejerciendo su soberanía.

Al mismo tiempo, a modo de conclusión, es importante señalar que la defensa de la soberanía y autonomía de Irán se vincula políticamente con la defensa y autonomía de grupos como Ansarolá en Yemen o Hezbolá en Líbano. Es precisamente esa conexión política la que explica y da forma al Eje de Resistencia.

(hispantv.com)


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