El escolta argentino Manu Ginóbili anunció este lunes su retiro del básquetbol después de una exitosa carrera que lo llevó a ganar cuatro anillos de la NBA con los San Antonio Spurs y la medalla de oro de los Juegos Olímpicos en Atenas-2004.

 

“Con una gran mezcla de emociones les cuento que decidí retirarme del básquet. ENORME GRATITUD para mi familia, amigos, compañeros, DTs, staff, aficionados y todos los que fueron parte de mi vida en estos 23 años. Fue un viaje fabuloso que superó cualquier tipo de sueño. GRACIAS!”, escribió Ginóbili, de 41 años, en su cuenta en Twitter.

 

Ginóbili, el adiós del Maradona del básquetbol argentino

 

De Bahía Blanca a conquistar la NBA. De ver con apenas ocho años por la televisión cómo Diego Maradona ganaba el Mundial México-1986 a convertirse en el mayor ídolo deportivo de Argentina de las últimas décadas, con permiso de Lionel Messi. De ser Emanuel a “Manudona”.

 

A sus 41 años, Ginóbili decidió este lunes dejar las canchas. Ahora, el Salón de la Fama le espera.

 

“A los 15 años nada me hacía pensar que me iba a destacar como basquetbolista. No era un prodigio. Era muy flaquito. Era muy chiquito. Lo único que podía llegar a diferenciarme era la gran pasión que sentía por lo que hacía”, señaló durante una charla sobre motivación, talento y liderazgo llamado “Be a Team” en Buenos Aires hace meses.

 

Y esa pasión lo transformó en leyenda, en ser uno de los jugadores más influyentes de la historia de la mejor competición basquetbolística del mundo.

 

“Nunca ha habido un jugador como Ginóbili en la NBA, ni en estilo ni en sustancia”, publicó hace unos meses el prestigioso medio ESPN, que lo situó en el puesto 32º por delante de mitos del calibre de John Stockton (38), Penny Hardaway (55), Karl Malone (61) o Tracy McGrady (68) y por delante de jugadores en activo como James Harden (53), Kevin Durant (54) y Pau Gasol (96).

 

Hablar de “Manu” es hacerlo de aquel chico que nació el 28 de julio de 1977 en Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires. Es hacerlo de ese niño que disfrutaba con el balón en las manos, que jugó en las inferiores del Club Estudiantes, pasó como profesional por el Club Andino de la Rioja y ganó la Euroliga en 2001 con el Kinder Bolonia antes de marcharse a los San Antonio Spurs.

 

Pero sería quedarse corto. Ginóbili triunfó en Europa antes de dar el salto a la NBA, donde se convirtió en uno de los jugadores más especiales de la historia de la competición, y lideró al combinado albiceleste que batió en unos Juegos Olímpicos a la selección estadounidense en una de las mayores gestas de la historia del deporte contemporáneo.

 

“(Es) la estrella más grande que ha existido en aceptar un rol permanente en el banquillo”, apuntó ESPN sobre él.

 

Clave de un equipo irrepetible

 

Manu fue elegido en el puesto 57 (de 60) del draft de 1999 por las “Espuelas”, que ese año acababan de ganar el anillo al batir en las Finales a los Knicks de Nueva York liderados por sus “Torres Gemelas”, Tim Duncan y David Robinson.

 

Duncan había sido elegido un año antes y ya era una estrella de la competición. Sin embargo, Ginóbili se quedó en Europa, dirigiendo al Bolonia al título del máximo torneo continental antes de saltar el charco en 2002.

 

“Le dije a Tim (Duncan): ‘este tipo está llegando, y nadie en los Estados Unidos sabe lo bueno que es’”, recordó Popovich.

 

Allí, junto a Duncan y el francés Tony Parker conformó un trío de leyenda, uno de los equipos más exitosos del deporte norteamericano, con cuatro anillos en poco más de una década (2003, 2005, 2007, 2014) y el reconocimiento mundial de una cultura baloncestística que traspasaba fronteras.

 

Pioneros en el reclutamiento y explotación de jugadores extranjeros, los Spurs le abrieron las puertas y Ginóbili las echó abajo, siendo figura clave de una escuadra histórica, ganando el premio al Mejor Sexto Hombre de la NBA en 2008 e incluso siendo elegido en el tercer mejor quinteto de la liga.

 

Sus promedios de 13,3 puntos, 3,8 asistencias y 3,5 rebotes por partido no llegan a explicar ni un ápice su impacto sobre la pista. Su competitividad nunca tuvo límites. Su inteligencia, tampoco. Frente a rivales más altos, más fuertes y mejores él siempre encontró la fórmula para dejar su sello.

 

(Globovision)