Ruptura del diálogo y de la unidad opositora; reelección de Nicolás Maduro; intento de magnicidio; elección de concejales con amplia victoria del chavismo. 2018, desde el punto de vista político puede resumirse en un manojo de hechos, delante un telón de fondo formado por la guerra económica y los esfuerzos del gobierno por enfrentarla; el injerencismo externo; los escándalos de corrupción y las actuaciones de la Asamblea Nacional Constituyente.

 

Como es ya habitual en Venezuela, no fue un año aburrido. Los acontecimientos políticos se sucedieron con gran vértigo y en medio de crecientes amenazas y retos que, por lo demás, siguen planteados de cara a 2019. Veamos esos hechos y sus contextos.

 

Ruptura del diálogo y de la unidad opositora

 

El año comenzó temprano desde el punto de vista político con reuniones entre representantes del gobierno y de la oposición, tanto en Venezuela como en República Dominicana. Se buscaba un acuerdo con miras a las elecciones presidenciales pautadas constitucionalmente para 2018. Los facilitadores internacionales habían estado muy activos. Corría un rumor muy positivo, algo no muy usual en nuestro escenario político en el que las comidillas siempre son sombrías: estaba todo listo para firmar un pacto. A última hora, la delegación opositora encabezada por Julio Borges, pateó la mesa.

 

Ese acontecimiento marcó la pauta del resto del año, tanto en el plano interno de la oposición como en su interacción con el gobierno.

 

En lo interno, la patada a la mesa de diálogo fue también una patada a la Mesa de la Unidad Democrática.  Varios de los factores de esta alianza pusieron en evidencia sus desacuerdos con la decisión de negarse al diálogo, entre otras razones porque era evidente que conducía a una calle ciega. El viejo partido Acción Democrática anunció que se separaba de la coalición y luego surgió, como sacada de un sombrero de copa, la posibilidad de una nueva organización, el Frente Amplio Venezuela Libre, que estaba llamado a sustituir a la MUD, aunque de entrada no quedó clara cuál sería la diferencia. Por cierto, el Frente Amplio no ha cuajado a lo largo de su año de nacimiento. Las contradicciones internas son tan potentes que ese intento no ha podido pasar de algunas asambleas en el Aula Magna de la Universidad Central.

 

El desbaratamiento de la unidad opositora se agudizó más a raíz de la fijación de las elecciones presidenciales para el mes de mayo. Los que rompieron el diálogo optaron por asumir una actitud coherente con ese gesto aunque de cariz suicida: negarse a postular candidatos. Esto ocurrió así a pesar de que ya había unos cuantos nombres sobre el tapete y se había venido hablando de unas primarias para elegir al abanderado de la MUD. Henry Ramos Allup, Pedro Pablo Guanipa, Andrés Velásquez y Claudio Fermín tuvieron que retorcer argumentos para salirse de la carrera.

 

Retiradas todas estas precandidaturas surgieron otras que desintegraron la maniobra de quienes habían quemado la posibilidad del diálogo: un boicot general que dejara a Nicolás Maduro como candidato solitario. La idea era hacer ver que se trataba de unas elecciones ficticias, típicas de un dictador. Pero el exgobernador de Lara Henri Falcón, el pastor evangélico Javier Bertucci y un antiguo militante del movimiento chavista, Reinaldo Quijada, presentaron sus nombres a consideración del electorado.

 

Falcón parecía enfocado en una estrategia inteligente destinada a ocupar el vacío causado por las erráticas acciones opositoras desde 2017. Sin embargo, él mismo saboteó esa bien planteada línea al optar, el mismo día de las elecciones, por denunciar irregularidades que luego no pudo comprobar.

 

En todo caso, los comicios presidenciales dejaron a la oposición claramente partida en dos bloques: el electoral y el antielectoral. Esta significativa fisura se ha mantenido y hasta acentuado durante el resto del año. Fue una de las claves de las elecciones municipales del 9 de diciembre y gravita ahora en las expectativas creadas para 2019.

 

(LaIguana.TV)