“En sus intentos por consolidar un nuevo orden mundial basado en la multipolaridad, el gobierno del presidente ruso, Vladímir Putin, ha desplegado una verdadera ofensiva diplomática en un sur global poco dispuesto a plegarse a sanciones, coerciones y dictámenes del así llamado Occidente colectivo”, expresó Miguel Ángel Pérez Pirela, al analizar en su programa Desde donde sea, la gira realizada por varios países de Latinoamérica el canciller ruso, Serguéi Lavrov.

“¿Qué busca Vladímir Putin en América Latina al enviar de gira a su ministro de Asuntos Exteriores?”, se preguntó el moderador para iniciar el análisis.

Presentó el Iguanazo, caricatura del artista plástico Iván Lira, en la que el turpial, representativo de Venezuela, posado en la mano del oso ruso, le saca la lengua al águila imperial de Estados Unidos.

Señaló que Moscú ha aprovechado convenientemente los resquemores de países africanos, asiáticos y latinoamericanos hacia las potencias occidentales y ha apuntalado relaciones bilaterales basadas en el pragmático ganar-ganar, sin interferir en los asuntos internos de los países y sin pretender respaldos automáticos sobre ningún tema, incluyendo la guerra en Ucrania.

“De hecho, Lula lo recibió en Brasil, pero fue muy firme al expresar su punto de vista respecto al conflicto”, acotó el comunicador político y filósofo venezolano.

Antecedentes

En los últimos años, el Kremlin ha ejercido el liderazgo de facto de los países sancionados por Washington y sus aliados –incluyendo Venezuela, Cuba e Irán–, pues la historia reciente ha demostrado que cuenta con mecanismos robustos para sortear las restricciones sin morir en el intento ni someter a su población a duras condiciones de vida.

Además, ha sido, junto a China, el artífice del reposicionamiento de los BRICS en la esfera internacional y ha hecho esfuerzos serios para avanzar hacia la ampliación del bloque, que a la fecha de cierre de esta investigación, ya supera en tamaño a las economías del G7.

“Este es un dato brutalmente impactante para entender la recomposición de las placas tectónicas en la geopolítica actual”, subrayó el moderador del programa.

Según explicó Lavrov en un comunicado, su gira por una parte de la región latinoamericana se soporta en el hecho de que «el paisaje geopolítico está cambiando rápidamente», lo que ofrece nuevas oportunidades para ampliar la cooperación «mutuamente ventajosa» entre Rusia y los países de América Latina, debido a que están jugando «un papel cada vez más visible en el mundo multipolar».

«Para nosotros, América Latina y el Caribe tienen su propio valor en el marco de nuestra política exterior. No queremos que su región se convierta en un campo de batalla entre las potencias (…). Nuestra cooperación con los latinoamericanos se basa en un enfoque desideologizado y pragmático y no se dirige contra nadie», manifestó.

Es precisamente en este marco donde se inscribe la reciente gira latinoamericana del canciller Lavrov, que incluyó paradas oficiales en Brasil, Venezuela, Cuba y Nicaragua, pero también encuentros privados con representantes de los gobiernos de San Vicente y Las Granadinas y Bolivia.

La parada en Brasil

En diplomacia, el orden importa. Que Rusia haya elegido Brasil como primera escala de la gira latinoamericana de su canciller, es un signo claro de cuál es el nivel al que está apuntando en su relacionamiento con la región y la importancia que le asigna a estos nexos.

“Hay que recordar que Lula está regresando de China. Estos movimientos hay que entenderlos en su magnitud estratégica”, comentó el presentador de Desde donde sea.

El gigante suramericano, además de poseer la segunda economía más grande del continente, es una pieza estratégica en la conformación de alianzas regionales duraderas, especialmente tras la vuelta de Lula al poder, que está determinado a regresar a su país a las grandes ligas de la arena internacional.

Brasilia y Moscú elevaron sus relaciones al nivel estratégico durante el primer mandato de Lula, dos décadas atrás, y los vínculos se han mantenido e incluso ampliado, con independencia del ocupante del Palacio de Planalto.

El mejor ejemplo lo constituye la era Bolsonaro, donde el país suramericano retrocedió posiciones en el concierto global debido a la sumisión del mandatario a la agenda del entonces presidente estadounidense, Donald Trump.

Y aunque la prensa no lo destacó, lo cierto es que Lavrov viajó con una delegación de empresarios interesados en que se amarraran acuerdos beneficiosos para el sector privado, visto el interés del gobierno brasileño en realizar transacciones en monedas locales.

En todo caso, los asuntos económicos y políticos signaron la agenda del canciller ruso en su paso por Brasil, como se desprende de la rueda de prensa que ofreciera junto a su homólogo brasileño, Mauro Vieira.

Mostró el titular de LaIguana.TV al respecto: “Lavrov llegó a Brasil y ya se reunió con el canciller de ese país: Primera parada de su gira por Latinoamérica”.

En el texto de la noticia se señala que el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, se reunió este lunes con el canciller brasileño, Mauro Vieira, para afianzar la relación estratégica y profundizar la cooperación en las áreas de mutuo interés, entre las que se incluyen ciencia y tecnología, defensa, comercio y educación.


Fue Vieira quien reveló que analizaron la situación en Ucrania y discutieron sobre los caminos que podrían seguirse para poner fin al conflicto, al tiempo que destacó que su país está dispuesto a participar en «la solución pacífica» de la guerra.

La propuesta brasileña incluye un alto el fuego en el futuro cercano, el respeto al derecho internacional humanitario y el establecimiento de una paz duradera y satisfactoria para todas las partes involucradas.

De su parte, Lavrov celebró la «excelente comprensión» de Brasil sobre las causas que ocasionaron la agudización del conflicto en Ucrania y agradeció el interés del gigante suramericano para abrir caminos que permitan concluirlo de manera duradera.

Estos pronunciamientos se suceden a la propuesta de conformar «un G20 por la paz» que formulara el propio Lula desde Emiratos Árabes Unidos el pasado 16 de abril.

«Cuando hubo crisis económica en 2008, creamos rápidamente el G20 para intentar salvar la economía. Ahora es importante crear otro G20 para poner fin a la guerra y establecer la paz», dijo el mandatario brasileño a los periodistas desde Doha.

Da Silva adelantó que la iniciativa pretende incluir a «un grupo» de naciones que no están involucradas de ningún modo con la guerra en Ucrania, que deseen hacer del mundo un lugar más pacífico y que puedan tener interlocución con todas las partes involucradas, incluyendo a los países que lideran la OTAN.

Durante su visita a China, el líder brasileño manifestó su preocupación porque ni en Kiev ni en Moscú están hablando de paz, al tiempo que Estados Unidos y Europa han contribuido a que la guerra se alargue con sus incesantes envíos de armas al frente, lo que contrastó con la conducta de Brasil, China o Indonesia, que abogan por la paz.

«Es necesario que Estados Unidos deje de alentar la guerra y empiece a hablar de paz. Es necesario que la Unión Europea empiece a hablar de paz, para que podamos convencer a [el presidente ruso Vladímir] Putin y a [el mandatario ucraniano Volodímir] Zelenski de que la paz interesa a todos y de que la guerra, de momento, solo les interesa a los dos», argumentó Lula poco antes de partir a Emiratos Árabes.

Antes de viajar a China, declaró que Ucrania debía renunciar a sus pretensiones territoriales sobre Crimea –reincorporada a Rusia tras un referéndum celebrado en 2014–, lo que mereció una respuesta desde Kiev.

El gobierno de Zelenski dijo a Da Silva que si bien apreciaba sus esfuerzos de paz, Ucrania «no comercia con sus territorios». Ni la cancillería ni la presidencia brasileña respondieron al gobierno ucraniano.

El cúmulo de declaraciones no alineadas de Lula despertó indignación en la Casa Blanca, desde donde dijeron sentirse «impactados» por la posición brasileña en torno al conflicto en Ucrania y el «tono» en el que sus voceros se manifestaron sobre el tema.

John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad de los Estados Unidos, fue todavía más lejos al acusar a Brasil de «repetir como un loro» lo que en Washington califican como «propaganda rusa y china» sobre el tema.

“Los gringos siempre tan noveleros: ellos que matan a medio mundo, se sienten impactados con el tono de Lula”, comentó Pérez Pirela.

El canciller Mauro Vieira salió al paso de estos señalamientos y le aclaró a la administración Biden que la conversación con su par ruso versó sobre la paz –Lavrov dijo que el Kremlin quiere poner fin al conflicto tan rápido como sea posible– y no sobre la guerra.

Además, el excanciller y asesor de Lula en política exterior, Celso Amorim, fue mucho menos condescendiente con Washington y dijo que su país no está «obligado a seguir todas las opiniones de los Estados Unidos».

A esto se añadió que el ministro Vieira anunció que el presidente Vladímir Putin invitó a Lula a la próxima edición del Foro Económico de San Petersburgo, una importante reunión anual organizada por el gobierno ruso que congrega a empresarios, personalidades e intelectuales. 

Da Silva recibió al jefe de la diplomacia rusa y si bien no se formularon declaraciones, sí abundaron los señalamientos hacia él por reunirse con Lavrov.

Así las cosas, en virtud del linchamiento mediático al que fue sometido, se vio obligado a ratificar su neutralidad en el conflicto y su cuestionamiento a la incursión militar de Rusia en el territorio ucraniano.

«Al mismo tiempo que mi gobierno condena la violación territorial de Ucrania, defendemos una solución política negociada», dijo ante los periodistas, para dar por zanjado el asunto.

Conviene apuntar que la gran prensa –que convenientemente se abstuvo de reseñar la visita de Lavrov a Brasil o lo hizo solo para criticar a Lula por no plegarse a la narrativa occidental–, presentó estas declaraciones como un recule necesario tras un regaño, cuando en realidad se trata de la reiteración de lo que ha manifestado en otras oportunidades.

(LaIguana.TV)