“Lo maravilloso de dialogar con un escritor o una escritora es que en el fondo no lo hacemos con una persona, sino con muchos seres a la vez. Es esta precisamente la comunidad que hace posible que una voz singular se sobreponga, y nombre por todos y para todos la memoria y el devenir”, con estas palabras inició el podcast Lucha Almada, conducido por el ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información, Freddy Ñáñez, para presentar al invitado de la edición número ocho, el escritor colombiano Pablo Montoya.

Ñáñez, en alusión a la propuesta literaria de Montoya, considera que al rasgarse un poco el lomo de su palabra se elogia “a ese pequeño destello de dignidad que es el arte. Por eso los héroes de sus novelas no son los de la fuerza, sino los que tienen la valentía de encarnar la debilidad del amor, los que viven en la necesidad imperiosa de enfrentar al monstruo y encontrar respuestas para curarnos de su voracidad”.

En este sentido, en amena conversación con el ministro, el escritor invitado destacó que la literatura es una parte esencial del ser humano “porque permite transmitir lo que somos, sentimos. Es un diálogo permanente entre nosotros y lo que nos rodea, la palabra escrita y oral”.

Del mismo modo, expresó que la literatura surgió como una forma de expresión en el que las personas y los pueblos se cuentan y comparten sus impresiones sobre los demás y el mundo exterior. Es un vínculo de comunión que nos permite expresar emociones como asombro, alegría, tristeza y dolor, ya que es una forma de comunicación con los demás.

El literato señala que, en la actualidad, lo que ha ocurrido con los escritores y su relación con su obra es que han revelado una nueva faceta en la que el autor se convierte en una figura esencial del relato, por lo que aseguró que la literatura está basada en tres instancias: el autor, el texto y el lector, para que surja esa comunicación entre las tres instancias.

Explicó también que, en el fenómeno literario, en todas sus magnitudes, “el escritor o autor es importantísimo, y más aún cuando estamos devaluando la historia para adaptarla a la cotidianidad”.

El escritor colombiano asegura que él proviene de un país colonizado “y esa colonización a él le ha pesado”, y para poder libertarse debe de algún modo volver astillas esa colonización de la cual se considera parte como intelectual y como escritor. “En esa descolonización es muy importante tener en cuenta quién es el autor, su relación con la sociedad, y cómo piensa la sociedad”.

El autor destaca que, como escritor latinoamericano, es consciente de la historia, los procesos políticos y la lucha por la autodeterminación en América Latina, por lo que reconoce la presión de los grandes imperios sobre las propuestas de nuevas narrativas y, en tal sentido, valora la apertura a las diversas expresiones en la literatura.

Para poder crear, Montoya explica que utiliza la música como un atajo para acceder a la literatura y se identifica con la idea de las correspondencias, en las que convergen la literatura, el sonido y el color. Esta posición, un tanto modernista, ha sido retomada por muchos escritores del siglo XX, por lo que se considera parte de esa tradición sin duda alguna.

Montoya, ganador del premio Rómulo Gallegos, mencionó que en algún momento se planteó la idea de no solo ser un libro, sino de escribir varios libros con una dirección y pilares definidos.

La idea de comenzar a escribir libros de gran formato surgió cuando comenzó a trabajar como docente en la Universidad de Antioquia en Colombia, y su obra se divide en dos facetas: una que se preocupa por la violencia en Medellín y en Colombia, donde el personaje de Pedro Cadavid le permite expresar sus consideraciones sobre el país, la historia, la política y la literatura. A través de Pedro Cadavid, ha podido abordar este mundo convulso; y la segunda parte del proyecto nacional colombiano, que ha recibido críticas y comodidades con las que no se siente muy cómodo.

Explica que Pedro Cadavid es el protagonista de las novelas “Los derrotados de la escuela de música” y “La sombra de Orión”, pero también aparece por primera vez en unos cuentos reunidos en el libro “La muerte anda suelta”. Estos cuentos están cohesionados entre sí y dialogan con las novelas, mostrando una Medellín atravesada por la violencia, presentando una narrativa diferente sobre Colombia.

El novelista comenta que utiliza personajes como el fotógrafo de guerra, el músico y el pintor para establecer relaciones que renuevan la narrativa colombiana. Además, tiene otra faceta en la literatura en la que abre el diálogo entre América Latina y Occidente, que se refleja en obras como “Lejos de Roma: Tríptico de infamia” y “La sed del ojo”, que complementan el mundo representado por Pedro Cadavid.

En “Tríptico de la infamia”, el autor explora las raíces de la modernidad americana surgida con la conquista y se pregunta cómo narrar el trauma histórico y la herida fundacional de América. Utiliza la pintura y la representación visual del genocidio indígena, basándose en los testimonios de cronistas de indias católicos españoles y en el trabajo de pintores grabadores protestantes del siglo XVI.

Además, mencionó que el arte es como una voz del espejo de los grandes sufrimientos, “pero también es lo que nos dignifica y nos permite ser de alguna manera dignos frente a los ojos de la historia”.

Respecto al mapa de la literatura latinoamericana, resaltó la existencia de una sólida red de literatura, poesía y ensayo alternativo en la que se encuentra una importante renovación de la literatura en español.

Respecto al uso de las redes sociales para la publicación de las obras literarias, el dramaturgo opina que las redes sociales son un mundo superficial, vertiginoso y susceptible a la vulgaridad, humillación y desprecio, sin tener en cuenta la lectura del escritor.

Finalmente, aseguró Montoya que el desconocimiento y la falta de lectura previa sobre una obra en las redes sociales pueden llevar a desprestigiar y vulgarizar el fenómeno literario, volviéndolo inicuo; sin embargo, ignorar el lenguaje de la modernidad sería condenarse a uno mismo. Además, al no superar a los escritores antiguos, se genera una idea, para ciertos lectores jóvenes, de que somos completamente trogloditas y prehistóricos.

(VTV)