Las clases acomodadas de La Paz improvisan barricadas en sus barrios ante el temor de un avance de manifestantes que desde El Alto se levantan contra el golpe de Estado en Bolivia. Mientras tanto, el «poder real» busca darle un «barniz democrático» a la persecución de militantes del MAS.

 

Policías y militares en las calles, barricadas y alambres de púas en las casas. Una postal de lo que se vive en varias zonas de La Paz en las que se concentran las clases medias y acomodadas de la capital boliviana. Son los que, tras celebrar el golpe de Estado contra Evo Morales, ahora temen por las reacciones populares que se desataron en El Alto, la ciudad contigua.

 

«El ambiente de la noche del lunes [11 de noviembre] fue de gente haciendo vigilia en las esquinas, poniendo alambres de púas entre palo y palo y generando una ciudad que parecía al borde de un enfrentamiento», relató a Sputnik el sociólogo y periodista Marco Teruggi, que se encuentra en el lugar. 

La escena paceña se complementa, reportó el periodista, con una fuerte presencia policial —especialmente en la Plaza Murillo, centro del poder político boliviano— y de las Fuerzas Armadas en las calles.

 

También hay militares en El Alto, donde en las últimas horas unas 30.000 personas salieron a las calles para manifestarse en apoyo a Evo Morales y en rechazo al golpe de Estado. «Una reacción popular ha comenzado a darse porque hay una parte del país que apoya a Evo, es parte de la historia colectiva de los últimos años y no se va a quedar de brazos cruzados», dijo Teruggi.

 

El levantamiento de El Alto es protagonizado por una población con «una identidad muy importante aymara» que, remarcó Teruggi, «cuando sale, sale por los suyos». Un movimiento identificado con el proyecto colectivo de Morales pero que al mismo tiempo mantiene «una herida muy profunda, no solamente histórica sino presente, porque les han prendido fuego la whipala [bandera de siete colores que identifica a los pueblos originarios]».

 

Los manifestantes de El Alto sorprendieron a quienes promovieron el golpe de Estado por su reacción «enfurecida y con rabia», lo que llevó a una represión por parte de las fuerzas del orden. Según estimaciones, ya se cobraron al menos dos vidas como resultado. Para Teruggi, la falta de cobertura mediática de la acción de policías y militares podría alentar más desbordes contra los manifestantes en los próximos días.

 

La posibilidad de que la multitud que se organiza en rechazo al golpe llegue hasta La Paz es lo que mantiene «asustadas» a las clases medias paceñas. Lo mismo sucede con los promotores de la caída de Morales, como el dirigente cruceño Luis Fernando Camacho, o incluso los mandos militares y policiales.

 

«Por eso Camacho apareció con una whipala o la Policía empezó a hablar en aymara. Se dieron cuenta de que despertaron un incendio que puede ser muy complejo de manejar», explicó Teruggi.

 

¿Quién manda en Bolivia?

 

El lunes 11, las Fuerzas Armadas de Bolivia anunciaron su decisión de salir a las calles para reprimir lo que denominaron como «grupos vandálicos». Sin presidente ni ministro de Defensa, la decisión fue tomada por la propia cúpula militar, en coordinación con las autoridades de la Policía.

 

Teruggi comentó que, si bien el poder político sigue formalmente vacante, detrás del mando militar se encuentran «los hilos del poder real que hay detrás del golpe».

 

Ese «poder real», especificó, «tiene una cara visible que sería Camacho pero después tiene una cara invisible que son los que financiaron y permitieron que se diera el golpe como tal».

 

El sociólogo y periodista apuntó que, ante la imposibilidad de mostrarse tal cual es, ese poder se adentra en un proceso de intentar «institucionalizarse», a través del nombramiento como presidenta de la segunda vicepresidenta del senado, Jeanine Añez

 

«Van a poner a una figura que podrá hablar en los medios, que podrán entrevistar en el exterior y decir ‘esta es la nueva presidenta’, dando un discurso que hoy no existe, porque nadie puede decir que representa algo hoy», profundizó.

 

Sin embargo, el «poder real» no recaerá en su figura, aseguró Teruggi. «El poder está en otro lado y tiene un proyecto de restauración conservadora y represiva, una privatización de los recursos estatales y un alineamiento geopolítico con EEUU».

 

Evo Morales en México: fundamental para salvar su vida

 

La decisión del derrocado presidente Evo Morales de aceptar la solicitud de asilo en México fue «vital en todo sentido» para el exmandatario, consideró Teruggi. «Lo estaban buscando y me atrevo a decir que era para matarlo», evaluó.

 

Para el sociólogo, los promotores del golpe de Estado en Bolivia impulsan también un proceso de «revancha» en el que «el mejor trofeo para ellos es Evo Morales».

 

De todos modos, Teruggi advirtió que la salida de Evo Morales no pondrá fin a la persecución de dirigentes y militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS), ya que el plan golpista pretende «descabezar a toda la dirigencia del proceso de cambio» llevado a cabo en los últimos años por el Gobierno del líder aymara. «Ellos quieren descabezar una historia política y hacerlo implica nombres y apellidos muy concretos de la dirigencia. A su vez, habrá un proceso represivo en los territorios y en las bases para intentar disciplinar», subrayó.

 

El proceso de selección de un nuevo Gobierno, consideró Teruggi, solo servirá como «barniz democrático» para «aterrizar una elección dentro de un tiempo, cuando ya hayan hecho ese proceso de persecución y estén seguros de que Evo Morales no pueda regresar».

 

(Sputniknews)