En medio de la pandemia de coronavirus, el mundo ya comienza a imaginarse lo que sucederá una vez que el planeta retome su ritmo habitual. En ese marco, varios pensadores advierten sobre cuáles serán las decisiones que definirán la economía y la política del mundo que viene y por qué el presidente de Estados Unidos no está ayudando.

 

Uno de los más severos analistas de la realidad actual es el británico Martin Wolf, principal comentarista de economía del diario Financial Times, quien parte de la base de que «en el peor de los casos, podemos terminar con la depresión económica más grande de la historia» y «con una pandemia descontrolada que matará a decenas de millones de personas».

 

En una entrevista con el diario argentino La Nación, Wolf auguró que «el mundo quedará absolutamente transformado, para peor, de maneras que aún no podemos concebir».

 

En su charla con el diario argentino, y antes de plantear sus perspectivas hacia el futuro, Wolf señala que el mundo ya «cometió demasiados errores» en el combate al coronavirus y enfatizó sus cuestionamientos a la actitud del presidente estadounidense Donald Trump.

 

Mientras algunos países como Alemania están logrando sobrellevar la crisis de forma aceptable, el analista sostuvo que «EE.UU. está muy por detrás y creo que quedará claro que lo que hizo es inadecuado y que sus sistema médico colapsará, así como también su economía, probablemente». En esa línea, consideró que «EE.UU. pagará un costo muy alto por todo esto».

 

Para Wolf, la pandemia de Covid-19 planteará al mundo principalmente un «desafío ético», ya que «afrontamos decisiones políticas que requieren opciones morales». Para el analista, el cierre de las fronteras y las cuarentenas generalizadas son razonables pero «después de cierto tiempo los costos económicos y sociales de cerrar todo serán exponencialmente más grandes e inmanejables».

 

Ahí, los gobiernos probablemente deberán optar por otras estrategias «en la que en esencia dejarás que la pandemia avance sobre tu país, con lo que por supuesto morirá gente».

 

Para Wolf, la otra dimensión ética es «distribucionista», dado que «algunos serán más capaces que otros de lidiar con los costos del cierre de la economía» y, mientras los ricos o quienes tengan activos puedan sobrellevarlo «otros, en el extremo opuesto, no tienen seguridad laboral alguna ni activos financieros y viven el día a día».

 

Si no reciben apoyo de los gobiernos, esas personas «perderán sus casas o incluso morirán de hambre, en momentos en que el Estado no podrá proveerles un Estado de Bienestar».

 

En su conversación con el diario argentino, el británico sostuvo que «los países ricos tienen una obligación moral hacia los países pobres, que necesitarán mucha ayuda sanitaria y económica de entidades como la Organización Mundial de la Salud y el Fondo Monetario Internacional y requerirán préstamos e insumos médicos».

 

Salvo EE.UU., que según él tiene una «administración caótica», los países desarrollados podrían restituir sus economías en un período de entre seis meses y un año. Sin embargo, «esos seis a 12 meses serán una catástrofe de la que acaso no nos recuperaremos realmente por décadas».

 

El mundo postcoronavirus tiene otro riesgo para Wolf: los nacionalismos. Para el analista, «el nacionalismo ya es visible y está claro que aumentará con la depresión económica».

 

«Los políticos populistas siempre le echan la culpa de los problemas a alguien más y es casi obvio que esta vez será contra los chinos», advirtió Wolf.

 

Aislamiento nacionalista o solidaridad global

 

Para el historiador israelí Yuval Noah Harari —autor de libros como Sapiens: De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad y de Homo Deus: Breve historia del mañana, entre otros— este momento histórico plantea dos disyuntivas cruciales para las sociedades: «la primera es entre totalitarismo y empoderamiento ciudadano y la segunda entre aislamiento nacionalista y solidaridad global», según plantea en una columna en Financial Times.

 

En cuanto a la primera disyuntiva, el historiador sostiene que uno de los métodos de detener la epidemia es que «el gobierno monitoree a las personas y castigue a todo aquel que rompa las reglas». Mientras en el siglo XX se debería apelar a agentes o analistas humanos, los gobiernos actuales pueden disponer de «sensores y poderosos algoritmos».

 

Harari pone como el mejor ejemplo de esto lo hecho por China, que logró desarrollar aplicaciones para monitorear la condición médica y los movimientos de millones de personas a través de sus teléfonos celulares. Las herramientas informáticas podían incluso advertir a los ciudadanos cuando se encontraban cerca de personas infectadas, destaca.

 

Israel es otro ejemplo de esto, señala Harari, mencionando la decisión del primer ministro Benjamin Netanyahu de destinar a la lucha contra el coronavirus tecnología de vigilancia utilizada habitualmente con fines militares. Una medida que se tomó por «decreto de emergencia» a pesar de la resistencia del Parlamento.

 

Tras poner como ejemplo un supuesto sistema de «vigilancia biométrica» del coronavirus con pulseras en los brazos de los ciudadanos para monitorear constantemente su temperatura corporal y ritmo cardíaco, el analista se preguntó si algunos estados podrían verse tentados a mantener la vigilancia incluso finalizada la pandemia.

 

(Sputnik)

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