Cada vez que Vicente Fernández se dejaba ver en público regalaba dos cosas a sus interlocutores: su alegría y su eterna sonrisa. Cuesta imaginarle sin esa curva que tantas veces mostró a los suyos y a su público.

Un gesto que se echará de menos tras su partida pero que quedará por siempre grabado en las retinas y corazones de quienes le amaron.

Precisamente con una sonrisa inmensa fue que se dirigió a sus seguidores en redes sociales el pasado mes de julio, en un último video en el que quiso aclarar su estado de salud ante la preocupación que se había despertado.

«Queridos amigos, a todo el público quiero decirles que dejen de preocuparse, que fue una infección urinaria y que ya me encuentro bien. Gracias a todos los amigos de la prensa que siempre me han tratado muy bien. Que Dios los bendiga», concluyó tranquilo.

Unas imágenes que despiertan gran ternura 6 meses después y que no hacían presagiar el desenlace tras su aparatosa caída en su rancho Los 3 potrillos el paso mes de agosto.
 

Pero hubo otra última vez, la que regaló a sus fans en los escenarios, su hogar por tantas décadas desde donde hizo felices a miles de personas con sus éxitos musicales y su prodigiosa voz.

Lo hizo en 2019, en la vigésima edición de los Latin Grammy donde se volvió a vestir de charro en compañía de sus dos grandes aprendices, su hijo Alejandro Fernández y su nieto Álex Fernández.

Un momento único que erizó la piel de los espectadores al comprobar la fuerza y la voz que Don Vicente mantenía a sus entonces casi 80 años.
 

El Charro de Huentitán fallecía en la madrugada del domingo tras una larga hospitalización y lucha por su vida. Gracias por tanto, Maestro.

(People en Español)