Una tercera arista de la guerra, más allá de la semántica y la militar propiamente dicha, hoy se desarrolla en la forma de una guerra abierta en el frente energético, consideró Miguel Ángel Pérez Pirela en su análisis de la situación actual del conflicto en Ucrania.  

En el cuarto Iguanazo presentado en el programa Desde Donde Sea del jueves 13 de octubre, se muestra a una persona con tenedor y cuchillo ante un plato en el que hay una torre de pozo petrolero, y dice: “A Estados Unidos no le gustan los recortes de la OPEP porque es insaciable”.

Señaló que, si en el campo de batalla aún no se ha declarado explícitamente la guerra abierta entre Rusia y la OTAN, ello sí pareciera estar sucediendo en el plano energético. 

“La semana previa, el mercado de los hidrocarburos sufrió una importante sacudida, luego de que la OPEP+ anunciara en una reunión interministerial desde Viena que reducirá su oferta en dos millones de barriles al día desde el venidero mes de noviembre”-expresó-. “Es un balde de agua fría para Estados Unidos y la muy dependiente Unión Europea”.  

La nota de LaIguana.TV al respecto se titula: A pesar de la presión de EEUU: OPEP+ aprobó un fuerte recorte de la producción de petróleo. 

Según informes de la agencia Reuters, se trata del mayor recorte desde mayo de 2020 y se produce en un contexto de potencial escasez de crudo en el mercado internacional durante la temporada invernal, en razón de las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea sobre los hidrocarburos rusos.  

En el documento suscrito se acordó renovar la vigencia del bloque OPEP+ al menos un año más, con lo que tácitamente se ofrece respaldo a Rusia y se rechazan las coerciones al mercado energético.  

“Esto se está poniendo color de hormiga”, comentó. 

Antes del anuncio, The New York Times reportó que fuentes familiarizadas con el asunto aseguraron que Arabia Saudita, el mayor productor de la OPEP+, pretendía llevar el precio del petróleo a 90 dólares por barril, incluso a pesar de las presiones de Washington, con quien Riad tiene relaciones estrechas.  

En la rueda de prensa ofrecida tras la reunión en Viena, el ministro saudí de Energía, Abdulaziz bin Salmán Al Saud, fue cuestionado por «usar la energía como arma», a la manera en que, según Occidente, lo hace el presidente ruso Vladímir Putin.  

Sin embargo, el funcionario se limitó a responder a la periodista que le mostrara en qué punto estaba «el acto de beligerancia», sin darse completamente por aludido. 

Del mismo modo, Al Saud arremetió contra la agencia Reuters, a la que sindicó de difundir la falsa especie de que Rusia y Arabia Saudita fraguaron una componenda para incrementar los precios, información que ya había sido desmentida por él mismo y que, sin embargo, se repitió en un informe posterior.  

Bruselas amenazó con imponer límites a los precios de comercialización del petróleo y el gas siberianos incluso en terceros países, pese a que ninguna de las 27 naciones que conforman la Unión figura entre los grandes productores ni dispone de grandes reservas.  

Este evento parece haber colmado la paciencia de la OPEP+, que optó por retrasar una semana su reunión mensual y contraatacar con este anuncio, que, como cabía esperar, enfureció a la administración Biden.  

LaIguana.TV registró cómo reaccionó Biden tras decisión de la OPEP+ de recortar la producción de petróleo.

El presidente estadounidense, Joe Biden, aseguró en un comunicado publicado por la Casa Blanca que estaba «decepcionado por la decisión miope» de la OPEP+, al tiempo que responsabilizó a la organización por los efectos negativos que esta tendrá sobre los países de menores ingresos.  

“Mentira, lo que él quiso decir fue los efectos negativos que tendrá sobre Estados Unidos”, acotó Pérez Pirela. 

En dichos del jerarca estadounidense, esta medida habría sido orquestada por Arabia Saudita y Rusia, versión que adelantó la agencia Reuters y que fue desmentida categóricamente por el gobierno saudí.  

Adicionalmente, Biden ordenó la liberación de 10 millones de barriles de la reserva energética de su país para forzar la baja de precios –aunque el efecto real de esta liberación es escaso– y advirtió que su gobierno consultará al Congreso sobre «herramientas y autoridades adicionales para reducir el control de la OPEP sobre los precios de la energía».  

Más específicamente, en el Congreso se impulsa una ley que, de ser aprobada, otorgaría facultades al Fiscal General de los Estados Unidos para imputar a la OPEP o a sus países constituyentes.  

“Imagínense ustedes: un fiscal gringo imputando a terceros países”, deploró el filósofo y comunicador político venezolano. 

En los documentos al bloque se le asigna el término «cártel«, que ya fue adoptado por cadenas públicas como France24 o DW, aunque tradicionalmente se usa para denotar a organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico.  

Trascendió que países occidentales intentaron negociar con funcionarios de Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos para evitar que el recorte se concretara, pero desde la OPEP se alegó que la reducción de la oferta pretende estabilizar los precios, que han registrado una caída superior al 40 % en las últimas semanas.   

Una semana más tarde, la ira de Washington está lejos de aplacarse. Este martes, el Departamento de Estado comunicó que revisará integralmente el estatus de sus relaciones con Arabia Saudí.  

“Comienzan la presión y las amenaza. Pero los países de la OPEP están defendiendo sus intereses, no los de Estados Unidos”, puntualizó. 

Se trata de una medida inusual, si se considera que diversas administraciones estadounidenses han preferido mirar a otro lado ante gravísimas actuaciones del reino, como las violaciones sistemáticas a los derechos humanos, la guerra en Yemen o el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.  

Un reporte de The Wall Street Journal aparecido este miércoles insiste en que Riad, considerado como la cabeza más prominente de la OPEP, se negó en redondo a ceder ante las presiones de Washington para retrasar el recorte. 

El disgusto estadounidense tiene distintas motivaciones. La primera es que un alza sustancial de los precios del petróleo implica automáticamente un incremento en el precio de los combustibles y, por ende, de la inflación, que ya ha alcanzado en ese país las cotas más altas en 40 años.  

Este panorama económico ensombrece todavía más las perspectivas del gobernante Partido Demócrata en las elecciones de mitad de período previstas para el próximo mes de noviembre y las aspiraciones de Biden para reelegirse en 2024.  

“La derrota de Biden y los demócratas va a ser contundente y los republicanos van a estar mirando ya a 2024”, señaló. 

De otro lado, tampoco puede obviarse que a la Casa Blanca no le sientan bien los desafíos y menos si provienen de la OPEP, pues traen flote el bloqueo que impusiera la organización contra Occidente en 1973 por su respaldo a Israel en la Guerra de los Seis Días, lo que derivó en una crisis económica mundial sin precedentes cuyas consecuencias se extendieron hasta la década siguiente.  

Como recuerda el experto petrolero venezolano Miguel Jaimes, las disputas por el control del mercado energético no son recientes. En su decir, Estados Unidos y sus aliados «están en guerra» con los países de la OPEP, tanto en sentido figurado como literal.

A despecho de Estados Unidos, los países de la OPEP concentran el 86 % de las reservas probadas de crudo, de las cuales el 24 % se concentra en Venezuela. Además, tras la alianza con otros grandes productores como Rusia, Kazajistán, México o Azerbaiyán, el bloque afianzó todavía más su posición para hacer frente a las apetencias occidentales.  

Dejando de lado los micrófonos, la situación del mercado energético es ya muy complicada y en buena medida, Estados Unidos está pagando las consecuencias de haber impuesto sanciones o haber atacado militarmente a países de la OPEP, que en otras circunstancias habrían podido aliviar las presiones.  

Es el caso de Irán y Venezuela, cuyas industrias petroleras padecen los efectos de las medidas coercitivas estadounidenses, pero también de Irak y Libia, que eran grandes productores de crudo antes de haber sido atacados militarmente por la OTAN.  

Como apuntara este martes el viceprimer ministro ruso, Alexánder Novak, «Rusia, Venezuela e Irán, sometidos a sanciones internacionales, representan el 20 % de la producción mundial de petróleo». 

Más allá de cualquier retórica, esto significa que uno de cada cinco barriles de petróleo que se produce en el mundo proviene de alguna de estas tres naciones, por lo que la imposición de cercos para su extracción, refinación y comercialización afecta significativamente el mercado. 

A inicios de marzo, cuando se impusieron las primeras sanciones sobre los hidrocarburos rusos, la administración Biden envió delegados a Caracas y a Teherán y admitió que había puesto sobre la mesa el tema energético, pero se negó a levantar integralmente todas las restricciones.   

En este escenario y a pesar de las crecientes amenazas de imponer más restricciones –en el caso de Venezuela, en virtud de la estrategia de cambio de régimen; en el caso de Irán, por el acuerdo nuclear–, no sorprenden los rumores que apuntan hacia el alivio de las coerciones, pues es claro que la situación puede tornarse insostenible en los próximos meses.  

Otra nota de LaIguana.TV indica que según el Wall Street Journal, EEUU planea reducir sanciones a Venezuela.  

En un informe publicado poco después del anuncio de la OPEP+, el diario estadounidense The Wall Street Journal comunicó que el presidente Joe Biden autorizaría la operación de Chevron en Venezuela, lo que necesariamente traería consigo una reducción de las sanciones impuestas sobre la estatal Petróleos de Venezuela.  

Según el medio, la medida –que fue presentada como parte de una estrategia electoral–, podría ayudar a incrementar la oferta global de crudo y a frenar el alza generalizada de precios en mercancías clave como alimentos y fertilizantes.  

El drama no se remite ni por mucho a las fronteras estadounidenses. Un reciente informe de la Organización Mundial de Comercio advierte que el precio del gas registró un alza interanual de 250 %, explicado casi íntegramente por las sanciones contra la economía rusa.  

Como se sabe, el precio del gas alcanza niveles nunca antes vistos en Europa y amenaza con echar a la miseria a un creciente número de personas, que han salido a las calles de ciudades como Londres o Roma para quemar facturas de electricidad que no tienen cómo cubrir.  

“Pero de esto no se habla, se tiene sotto voce”, recalcó Pérez Pirela, en crítica a la maquinaria mediática global. 

Así, frente a la perspectiva de un invierno todavía más arduo de lo previsto, Bruselas se vio forzada a anunciar que estudia imponer límites a los precios del gas para proteger a los consumidores de los efectos de la inflación.  

Sin embargo, la iniciativa de control de precios no cuajó. El pasado 6 de octubre, el bloque informó que no hubo consenso para acordar topes al precio del gas por diferencias económicas entre sus miembros.  

Esto no detuvo a la Comisión Europea para imponer un nuevo paquete de sanciones contra la economía rusa, que supondrán restricciones en las importaciones por el orden de los 7.000 millones de euros y nuevas bases para limitar el precio del petróleo ruso que se transporta por vía marítima.  

A esto se suma que tras los ataques a los gasoductos Nord Stream en aguas internacionales controladas por la OTAN, muchos dedos apuntaron hacia Estados Unidos, que resultó particularmente beneficiado con lo que parecía ser un daño definitivo de los ductos.  

El Kremlin acusó a Washington de elevar artificialmente el precio del gas a través de diversas maniobras y subrayó que ni Rusia ni los países de Europa tendrían motivos para dañar los gasoductos, pues hasta hace muy poco había un mercado bien establecido.   

En Berlín tampoco están felices por la debacle energética. El ministro de Economía de Alemania, Robert Habeck, señaló directamente a la Casa Blanca de aprovechar la guerra en Ucrania para lucrarse a partir del gas licuado.  

“¿Y por qué siguen haciéndole caso los alemanes a los gringos?, se pregunta uno”, fue el comentario del presentador.  

El funcionario echó en cara a Washington que cuando los precios del petróleo alcanzaron precios topes, Europa se aprestó a agotar sus reservas para estabilizar el mercado y demandó una conducta semejante.  

El gobierno de Francia, otro peso pesado de la Unión Europea, también acusa disconformidad con la aparente sustitución de la dependencia energética con Rusia por una equivalente –aunque más cara– con los Estados Unidos.  

Bruno Le Maire, ministro de Economía de Emmanuel Macron, criticó a la administración Biden por venderle gas natural a sus socios europeos cuatro veces más caro que a otros compradores.  

Le Maire fue todavía más lejos al mencionar que el conflicto en Ucrania no debía suponer la dominación económica estadounidense a costa del debilitamiento de la Unión Europea.   

Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, admitió a inicios de la presente semana que el modelo de crecimiento económico en Europa se cimentaba en gas barato procedente de Rusia y en el comercio con China.  

“A confesión de parte, relevo de pruebas y que lo diga Borrell, qué confesión la suya”, glosó. 

En declaraciones públicas, Borrell subrayó la necesidad de recortar la dependencia energética con Rusia, pero no ofreció ninguna alternativa viable a la creciente dependencia de Bruselas de los hidrocarburos estadounidenses.   

“Grandes quejas, pero ninguna propuesta concreta para salvar a sus pueblos ante la inminencia de las bajas temperaturas”, advirtió. 

De su parte, una vez comunicado el acuerdo de reducción de la oferta de crudo por parte de la OPEP+, el viceprimer ministro ruso, Alexánder Novak, sostuvo que Moscú está dispuesto a ofrecer gas barato a Europa –que se enfrenta a una creciente desindustrialización– por medio del Nord Stream 2.  

El mensaje, además de marcar que el ataque contra la infraestructura rusa no fue del todo exitoso, también es una cuerda de salvamento que el Kremlin lanza hacia Europa, particularmente a Alemania, cuya economía está retrocediendo, llevándose consigo al resto del bloque.  

En el marco de su intervención en la Semana Energética de Rusia, Putin aludió a la importancia estratégica que cobraban los ductos empleados para transporte de gas en todo el mundo, tras los «ataques terroristas» contra el Nord Stream.   

Amén de puntualizar que saltaba a la vista quiénes se habían beneficiado, ratificó su disposición de enviar gas barato a Europa, aunque adelantó que era poco probable que su oferta se recibiera favorablemente al otro lado del tablero.  

A juicio de Pérez Pirela “es un síndrome suicida el que padece Europa”. 

A tono con el ambiente de desconfianza, Polonia reportó a la víspera que uno de los ramales del oleoducto Druzhba (Amistad), que transporta crudo desde Rusia a Europa central y del este a través de dos ramales, había sufrido una fuga.  

Aunque el operador comunicó que el incidente aún está bajo investigación, en Varsovia se apresuraron a descartar que se tratara de un sabotaje o un ataque.  

Al cierre del programa, a modo de conclusión, reitero que hay tres frentes de batalla abiertos: escalada semántica de las palabras, de los dichos, del verbo; una escalada en el plano propiamente militar, con puentes destruidos, ciudades bombardeadas, más armas y más tropas: y una guerra energética en alza, que apenas comienza con la llegada de ‘el General Invierno’.   

“Se prevén ciudades heladas y el elemento energético será fundamental. Todo indica que la guerra en algunas de sus formas saldrá del territorio ucraniano para impactar primero que nada a Europa y luego al planeta todo”, remató. 

(LaIguana.TV)