A lo largo de 25 años, pero con especial intensidad en los últimos 10 u 11, la dirigencia opositora ha tratado de llegar al poder por la vía de la fuerza. Los hechos así lo demuestran. Es el mismo liderazgo que, con poses de doncellas castas, se ofenden por una expresión del presidente Nicolás Maduro acerca de “ganar por las buenas o por las malas”.

La semana pasada quise presentar en un artículo todas las ocasiones en las que los inmaculados y las inmaculadas demócratas de la oposición han querido tomar algún atajo en su lucha política. Pero cuando apenas llegaba al año 2017, el “resumen” ya tenía más de 1 mil 800 palabras (más de 11 mil caracteres), a pesar de que solo mencioné brevemente a cada uno de los intentos. Fue necesario dividirlo en dos entregas para hacerlo más potable, aunque igual quedó groseramente largo. No es culpa mía, sino de ellas y ellos. Advertido. 

Entonces, retomemos este prontuario para que los que tengan poco contexto, estén recién llegados o sufran de mala memoria, comprendan que los inmaculados y las inmaculadas han tenido más intentos por las malas que por las buenas. Este recuento no es cuento:  
  
La madre de todas las guarimbas. En el annus horribilis 2017, disturbios continuados durante más de cuatro meses pusieron al país al borde una guerra civil. Se trató de un intento de replicar la operación del Euromaidán, desarrollada por el fascismo ucraniano, bajo instrucciones de la CIA. Fue así como se hicieron cotidianas las imágenes de individuos desnudos o casi, atados a postes o árboles, por ser supuestamente partidarios del gobierno; hubo quema de personas vivas y se implantó la más genial creación de la oposición venezolana de estos tiempos: la bomba puputov, hecha con los excrementos de los mismos manifestantes. Cientos de jóvenes fueron llevados a enfrentar a las autoridades y a manipular armas artesanales y terminaron muertos o mutilados. Otros cayeron en choques con los cuerpos de seguridad.  

[Por cierto, prácticamente todos los funcionarios del Estado que estuvieron involucrados en casos donde hubo muertos, han sido procesados y sancionados penalmente, según el Ministerio Público. No así los civiles opositores, pero ese es un tema colateral].  

La situación a la que se llegó en 2017, que parecía una calle ciega para el país, fue desmontada “por las buenas” mediante la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente en la que participaron muchos electores opositores, obstinados ya de ese sinsentido que fueron las guarimbas.  
 
El magnicidio frustrado. En agosto de 2018, durante el acto de aniversario de la Guardia Nacional Bolivariana en la avenida Bolívar de Caracas se produjo el atentado con drones mediante el cual se pretendió matar al presidente Maduro, en un evento que pudo también costarle la vida a buena parte del gobierno nacional, los otros poderes del Estado y el alto mando militar. De haberse concretado —otra vez hay que acotarlo— pudo degenerar en una guerra fratricida. 
 
La autojuramentación. En enero de 2019 se inicia la pantomima del gobierno interino, que comienza con la autojuramentación de Juan Guaidó, quien de esa manera, sin haber sido ni siquiera candidato presidencial, pretendía ocupar la jefatura del Estado. El montaje de este falso gobierno ha servido para que Estados Unidos, Reino Unido, Colombia (en tiempos de Duque) y varios otros países se apropien indebidamente de activos y empresas venezolanas. Los cabecillas del interinato han recibido migajas del botín de tales robos, pero estamos hablando de cifras tan fabulosas que esas migajas les han servido para hacerse millonarios. 
 
Concierto con invasión humanitaria. En febrero de 2019 se produjo el intento de “invasión humanitaria” que se pretendió ejecutar luego de un concierto en Cúcuta en solidaridad (bueno, así se le vendió mundialmente) con el pueblo venezolano. Hubo presencia directa de presidentes y otros dignatarios extranjeros, empezando por el “anfitrión”, el subpresidente colombiano Iván Duque, y se montó una perversa operación de bandera falsa para hacer ver que Venezuela estaba atacando a Colombia y que el gobierno de Maduro había ordenado quemar los camiones que transportaban la ayuda. La maquinaria mediática, de forma por demás obscena, se ocupó de darle crédito a esta versión falsa. Otra vez, si esos grupos hubiesen ingresado al país, podría haberse desatado una guerra civil. No ocurrió porque las fuerzas cívico-militares de Venezuela resistieron la embestida en la llamada Batalla de los puentes. 
 
Apagones. Como la invasión no prosperó, la oposición con sus poderosos aliados imperiales y mediáticos optó por llevar al país a una situación catastrófica, de emergencia total, mediante acciones de sabotaje al sistema eléctrico. El gobierno constitucional denunció que se empleó la terrorífica tecnología de los ataques de pulso electromagnético. En Estados Unidos pretendieron descalificar la denuncia y mofarse de ella, presentándola como si fuera producto de la imaginación de un guionista de ciencia ficción. Pero, por si acaso, en esos días reforzaron sus medidas de seguridad internas para prevenir ataques de pulso electromagnético contra servicios públicos y sistemas estratégicos. Por si alguien tenía dudas, el “interino” se ufanó de tener la sartén agarrada por el mango cuando, en pleno apagón nacional, dijo que la luz sólo volvería cuando “cesara la usurpación”. Se dice que lo regañaron por hacerse tan evidente, ante lo cual él dijo que se le chispoteó. 

Todas las opciones sobre la mesa. Con el zafio Donald Trump en la Casa Blanca, con la patota de genocidas en serie haciendo trabajo “diplomático” (Mike Pompeo, Elliott Abrams, John Bolton, William Brownfield, James Story y asociados) y con la marioneta Guaidó en sus quince minutos de celebridad, el imperio se dio el lujo de ser muy franco y decir que estaba dispuestos a cualquier cosa con tal de derrocar a Maduro.  

¿Recuerdan el día en que Bolton (“el doctor Chapatín”) salió de una reunión con una carpetica en la que, ¡oh descuido!, había anotado el dato ultrasecreto de que iban a disponer de 10 mil efectivos de tropa en la frontera colombo-venezolana? Fue en esos días que surgió la frase: “Todas las opciones están sobre la mesa” y uno puede preguntarse si será posible una confesión más explícita que esta de que iban a proceder por las malas. 

El golpe de los plátanos verdes. Y a la prueba habría que remitirse, pues los gringos y sus obedientes cuadros políticos venezolanos (bueno, nacieron aquí, a mí tampoco me culpen de eso) demostraron rápidamente que estaban prestos incluso al recurso del golpe de Estado clásico. La mañana del 30 de abril se supone que Caracas debió amanecer de golpe, pero en realidad, amaneció de plátano. O de platanazo. En las afueras de la Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda, La Carlota, aparecieron los cabecillas de la asonada: Leopoldo López, recién fugado de su arresto domiciliario, y Juan Guaidó, supuesto presidente interino en procura de ser presidente-presidente.  

Desfilaron por el puente del distribuidor Altamira payasos y maromeros. También tragaespadas, domadores de tigres, magos, escapistas, mujeres barbudas y varios enanos. Es decir, el circo completo, con el perdón de los profesionales del arte circense. Entre los asistentes al acto, expresión excelsa de una inmaculada oposición democrática, estuvieron varios que luego se las han querido dar de moderados y militantes irrestrictos de la vía electoral. Algunos de ellos son tan caradura que niegan haber estado allí, pese a existir abundante material gráfico que prueba lo contrario.  

Pero el detalle que marcaría para siempre este episodio de la picaresca nacional fue el guacal plástico de plátanos verdes en el que camuflaron astutamente las cintas de municiones de ametralladora (.30, según algunos que dicen ser expertos) con las que esperaban caerse a tiros con las tropas leales. 
 
Querido TIAR. Durante varios años, la oposición virginalmente democrática solicitó intervenciones armadas extranjeras. Pero en 2019 llegaron al paroxismo. Además del intento de invasión con concierto incorporado, la Asamblea Nacional, entonces presidida por Guaidó (ese sí era su cargo legal), aprobó una moción para que Venezuela se reincorporara al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) un mamotreto de la Guerra Fría que nunca sirvió para nada bueno y que se mostró inoperante para defender a Argentina en la Guerra de las Malvinas. Venezuela había abandonado ese instrumento del panamericanismo monroísta en 2013, pero la oposición quería volver a él con la expresa intención de invocar una intromisión armada de Estados Unidos y los países de América Latina que en ese momento le seguían como perritos falderos.  

Según el tinglado del interinato, luego de ser aprobado el acuerdo por la Asamblea Nacional, bastaba con que Guaidó le pusiera el “ejecútese” como presidente encargado. En paralelo, figuras notables de la ultraderecha, como María Corina Machado y Leopoldo López, clamaban por la inmediata activación del TIAR. Soñaban con que tropas de toda Latinoamérica entraran a saco en Venezuela, quitaran a las autoridades constitucionales y los pusieran a ellos al mando. Varios de los que imploraron por esta invasión multinacional ahora se horrorizan con la idea de “por las malas”. ¡Vaya, vaya! 
 
El R2P. Pero, claro, el TIAR era un verdadero cachivache jurídico, así que la muy pacífica oposición comenzó a pensar en algo más moderno y avanzado, en un TIAR 2.0, pues. Y encontraron la Responsabilidad de Proteger (Responsability to Protect), un artilugio inventado por las potencias hegemónicas occidentales para pisotear los principios de autodeterminación y soberanía, con la excusa de defender derechos humanos. El aparato, conocido por una sigla (R2P) que deriva de cómo suenan esas iniciales en inglés (ir-tu-pi, más o menos igual que ir-two-pi), venía con la sangrienta reputación de haber servido para saquear y destruir Libia, así que no lucía tampoco como muy pacífico ni democrático que se diga, pero al menos ofrecía a los inmaculados más esperanzas que el fulano TIAR. En 2020, los voceros opositores que ahora se presentan con alitas y aureola se pasaron el tiempo suplicando a las potencias capitalistas y sus aliados para que nos aplicaran el “irtupí”. Uno de los más activos fue Antonio Ledezma, desde la serenidad de su exilio madrileño. 

[Primera digresión: Hay que dejar claro que, aunque no se concretaron, ciertamente hubo planes de intervención militar multinacional en Venezuela, sea por el TIAR o por el R2P, con complicidad de los gobiernos enemigos de Mauricio Macri, Iván Duque y Jair Bolsonaro, hasta donde se sabe]. 

[Segunda digresión: el descarado sesgo de la R2P ha quedado en evidencia con el genocidio que se comete impunemente en Palestina, frente al cual la comunidad internacional debería invocar su “responsabilidad de proteger”, pero no lo hace. Por el contrario, Estados Unidos y los países de la Unión Europea apoyan sin remilgos esos crímenes de lesa humanidad].  

[Tercera digresión: entre los argumentos que se utilizarían para el R2P estaba la “crisis migratoria” protagonizada por ciudadanos venezolanos, crisis que fue alimentada por los inmaculados hasta llevarla a niveles de histeria colectiva. Luego, los mismos dirigentes opositores se encargaron de satanizar a sus compatriotas migrantes, calificándolos de enfermedad contagiosa y plaga. En eso siguen algunos]. 

La Operación Gedeón. Mientras buscaban esos mecanismos aparentemente legales (de acuerdo al muy cuestionable orden internacional vigente), los inmaculados y las inmaculadas de la oposición venezolana se dedicaron a preparar y llevar a cabo un intento de invasión con mercenarios, paramilitares y desertores de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Para colmo de cosa hecha “por las malas”, los invasores llegaron en pleno confinamiento nacional por la pandemia, en mayo de 2020. El plan, que tuvo incluso un contrato suscrito con una empresa de mercenarios de Estados Unidos por Guaidó y J.J. Rendón (un tipo maligno por naturaleza, valga el comentario, que todo lo que hace debe ser considerado, de antemano, como “por las malas”), consistía en llegar por el litoral central echando plomo a diestra y siniestra, avanzar hasta Miraflores y matar al presidente Maduro y a todo el que se atravesase en la ruta. La operación fue un fracaso con matices de ridículo, pero de haber tenido un mínimo desarrollo habría desatado peligrosas olas de violencia.  

Bloqueo y Medidas Coercitivas Unilaterales. Un aspecto transversal de todos estos años de acciones “por las malas” opositoras son las acciones tomadas por Estados Unidos y respaldadas por algunos de sus satélites (la vieja Europa y los lacayos del vecindario) para asfixiar al país, causar descontento y atribuirle los malestares al socialismo. Esto comenzó con la orden ejecutiva del afroblanqueado Barack Obama, en 2015, calificando a Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de Estados Unidos”. Esa absurda estigmatización dio pie a las primeras medidas coercitivas unilaterales (las mal llamadas sanciones) y luego al bloqueo abierto, aplicado durante el cuatrienio de Trump. Esta estrategia, aunque no incluye bombardeos ni incursiones de marines, ha sido la causa de una gran cantidad de muertes, lesiones, enfermedades no curadas, hambre, desnutrición, retrasos en educación, salud y cultura, perjuicios a la infraestructura pública y privada y toda clase de agravios. Quien diga que sancionar y bloquear no es una forma de tratar de imponerse “por las malas” es porque no ha vivido en Venezuela en estos años o porque se niega a admitir una cruda realidad. 
 
La vida eterna de la AN 2015 (para seguir robando). Entre las muchas barbaridades que ha hecho la inmaculada oposición hay una que desmiente su supuesto apego a la Constitución y la institucionalidad. Se trata del rol que ha cumplido la AN electa en 2015, tanto durante su período legal (enero 2016-enero 2021), como después. A pesar de que ya muchos de sus miembros originales han marcado distancia de esa aberración, año tras año, desde 2021 hasta el pasado mes de enero, un puñado de exdiputado realiza un acto de simulación que cada vez resulta más esperpéntico. La última vez sesionaron por Zoom, sin que se supiera cuál era el supuesto quorum y fue reelecta como presidenta la señora Dinorah Figuera, quien —cumpliendo un rito ya muy característico de los inmaculados— procedió de seguidas a autojuramentarse. Sería un asunto cómico, salvo porque el poder imperial sigue utilizando a esa “AN-fake” para robar impunemente recursos venezolanos y negarle al gobierno constitucional el derecho a ejercer la defensa de la República en los juicios mañosamente entablados en tribunales internos de Estados Unidos, Reino Unido y otros países.  

Las cinco tramas de 2023. El presidente Maduro lo adelantó en su mensaje anual ante la verdadera AN, y luego el fiscal Tarek William Saab se explayó detallando cada uno de los cinco episodios conspirativos detectados en 2023 con participación de militares (activos y retirados) y civiles. Está de más decir que eran acciones muy “por las malas”, que incluía el magnicidio o el secuestro del jefe del Estado. La última de 2023 y primera de 2024 se iba a ejecutar en la madrugada del primero de enero. Difícil concebir algo más por las malas que eso. 

Extorsiones, chantajes y ultimátum imperiales. El poder imperial exige que las elecciones sean libres y creíbles (para ellos), al tiempo que aplica toda clase de presiones, “sanciones”, bloqueos, extorsiones y chantajes y pone ultimátum para que se cumplan sus órdenes o, de lo contrario, se atengan a las consecuencias. No hace falta ser muy perspicaz para entender que algo así dista mucho de ser “por las buenas”. Más bien parece la actitud de un secuestrador que hace exigencias mientras apunta a los rehenes con una ametralladora. Hoy mismo está en cuenta regresiva uno de esos ultimátum.  

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV) 


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