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Es necesario advertir que esto puede parecer un intento de respirar por la herida, un consuelo de tontos, una distracción del verdadero problema. Sin embargo, es algo que está pasando y también es necesario comentarlo, analizarlo: sucede que la pelea interna de la oposición por una eventual candidatura presidencial -que permanecía en estado latente- ha entrado en  etapa previa a la erupción, como los volcanes que mantienen en estado de alarma a los hermanos de Ecuador.

 

No es algo insólito. Si ya se peleaban como borrachos por una botella vacía (como tanto se dijo) es perfectamente comprensible que intensifiquen sus enfrentamientos ahora, cuando han logrado comprar una botella nueva y tienen 17 años con síndrome de abstinencia. El triunfo electoral del 6D ha acelerado la confrontación entre el ala moderada-taimada, que encabeza Henrique Capriles Radonski, y el ala pirómana, que dirige Leopoldo López. Las hipótesis de que en 2016 la mayoría parlamentaria de la contrarrevolución logrará un temprano derrocamiento constitucional del presidente Nicolás Maduro, ha precipitado las ambiciones de todas las facciones de la derecha. Por eso los conos volcánicos están echando tanto humo.

 

El intercambio de opiniones entre Capriles y el padre de López es la mejor demostración de que ambos dirigentes, y sus respectivos grupos de poder, se van a dar con todo en una lucha por la nominación para una elecciones presidenciales que ya la derecha ve en el horizonte.

 

El debate escenificado en las redes sociales (como casi todos los de Capriles) ha versado sobre la incidencia que tuvo la ola de violencia de 2014, dirigida por López, en la situación actual de la oposición.

 

Capriles se ha lanzado de frente a catalogar la llamada “Salida” como uno de los peores errores cometidos por la oposición (aunque en su momento guardó un silencio táctico, por si acaso la cosa prosperaba). De esa manera procura apropiarse del éxito electoral de diciembre, bajo el argumento de que es él quien siempre ha defendido la vía electoral y pacífica, mientras otros andaban inventando aventuras locas. Es claro que Capriles reivindica su derecho a ser postulado por tercera vez como candidato presidencial de la contrarrevolución y expone como sus razones la paciencia y la perseverancia para mantenerse en la ruta constitucional. Para descartar a su principal adversario, los caprilistas ya han comenzado a utilizar algunos de los argumentos que hasta ahora solo había empleado el chavismo, como por ejemplo, decir que López es un psicópata peligroso, narcisista y aficionado a hablar mal de los amigos (¿Te acuerda, guón?).

 

Entre tanto, el ala pirómana ha comenzado a mover sus piezas para adueñarse de la reciente victoria en las urnas. Argumentan que sin las guarimbas de 2014 y sin la heroica estancia en prisión del jefe de Voluntad Popular no hubiese sido posible el envión electoral de las parlamentarias. Insistirán en que esos votos fueron para liberar a los “presos políticos” y llevar a López a Miraflores, tal como ocurrió con el comandante Chávez en los 90.

 

Los leopoldistas volverán a lanzar sus acostumbrados dardos contra Capriles, acusándolo de cobarde, blandengue y oportunista. De seguro, también recurrirán al arsenal revolucionario y dirán que ¡ah muchacho pa’bobo!, y que ya basta de postular un candidato majunche.

 

En fin, que 2016 se perfila como un año de dura confrontación entre la Revolución y la contrarrevolución, pero también como un tiempo de morbosas luchas intraescuálidas. Volviendo al principio, esta no una razón para que el chavismo malherido se alegre un poquito ni es un consuelo para darse ánimos en la antesala de lo que se perfila como un año muy feo. Solo es algo más que está pasando en el escenario político y que vale la pena comenzar a analizar, antes de que los volcanes entren en plena erupción.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])