La publicación de un artículo de opinión por parte del «periodista» Emili J. Blasco pareciera confirmar la maniobra en los pasillos profundos del poder estadounidense de exponer los intentos fallidos que la Administración Trump ha hecho en función de cumplir con la agenda en común que tiene en la región latinoamericana con neoconservadores que lo adversan: eliminar toda influencia política del chavismo y revertir la integración regional en beneficio del caos neoliberal.

 

Este documento, publicado por el medio español ABC, apunta a que sería un funcionario interno quien filtró la información que, días anteriores, sacó The New York Times (NYT) sobre conversaciones de Estados Unidos con militares golpistas venezolanos. El objetivo, según Blasco, es «torpedear la línea dura mantenida por Trump hacia el régimen chavista y forzar al presidente estadounidense a volver a la línea de diálogo mantenida durante la era Obama».

 

Utilizando el recurso de las fuentes anónimas, señala al diplomático Mike Fitzpatrick, actual subsecretario de Estado adjunto para asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos, como «posible responsable de la filtración» y hace referencia a los vínculos de esta figura pública con el ex secretario de Estado interino de EEUU, Thomas Shannon, quien se aproxima a esa supuesta línea del diálogo asociada a grupos demócratas, por apoyar los espacios de diálogo que el Estado venezolano impusiera a la oposición nacional a finales del año pasado.

 

Blasco y la propaganda contra Venezuela

 

Hay que detenerse y averiguar sobre el autor de la nota. Emili J. Blasco, corresponsal en Berlín y después en Washington de la ABC, medio corporativo español de influencia global que ha intensificado la propaganda contra el país desde que tomara el mando el presidente Nicolás Maduro. Fue el autor de una violenta campaña necrófila durante el último año de vida de Hugo Chávez.

 

En 2012, se valió de la cobertura del delicado estado de salud del Presidente venezolano para diseñar una operación mediática que mellara la confianza de la población en la figura de Chávez en el período de elecciones presidenciales.

 

Blasco ganó el premio «Vocento de Comunicación» por esas publicaciones. Además, la fama ganada le sirvió para escribir libro El Bumerán Chávez: los fraudes que llevaron al colapso de Venezuela. Sin abandonar su agenda personal contra el chavismo, en 2015 motorizó las falsas pruebas que acusaron a Diosdado Cabello de ser el líder del «Cartel de los Soles» y el supuesto narcotraficante estrella de todo el continente.

 

Conspiraciones que clarifican el estado actual de la política en Washington

 

Continuando con las informaciones que arroja el texto, Blasco se hace eco de la conspiración filtrada que narra el NYT, suministrando datos que aumentan la paranoia en el seno de un conflicto que inició con la postulación presidencial de Donald Trump y que tendrá su etapa cumbre en las elecciones de medio término que se celebrarán este 2018.

 

La crisis estructural que vive la esfera del poder institucional estadounidense es reflejada en una recriminación contradictoria: las incursiones en la guerra, rasgo fundamental de todo presidente norteamericano, se proyectan en Trump como algo extraordinario. La causa fundamental es que la administración de Washington ha, moderadamente, reconocido la influencia geopolítica que ganó Rusia al involucrarse en el conflicto sirio, cohesionada en su política exterior frente a la decadencia de Occidente.

 

Otros tratamientos poco tradicionales en zonas de influencia (caso Norcorea y México, por ejemplo) le hacen ruido al poder fáctico, atacando posiciones tibias en cuestiones nodales de carácter global, mediante el aparato mediático dominante.

 

Declarar la fidelidad a intereses corporativos o aplicar meticulosamente el programa beligerante de la industria militar en el resto del planeta no son elementos suficientes para esquivar los efectos de materializar el primer encuentro de un presidente estadounidense con un líder norcoreano. Estos casos, por muy tímidos que sean, inquietan y preocupan a una fracción del Estado profundo.

 

El capítulo que se abre involucrando a Venezuela, un país que se cotiza alto en los objetivos de las fuerzas que chocan dentro del Estado norteamericano, toma sustancia con la intervención de Blasco. Este tiene, en los datos aportados, muy bien ubicado el perfil del supuesto «topo» dentro del Departamento de Estado.

 

Michael Fitzpatrick ha fungido como portavoz parcializado en los contados acercamientos de su país con Venezuela. Si bien sus declaraciones no se alejan mucho de la agenda oficial que presiona la salida de Maduro con bloqueos y sanciones, en la nota se le relaciona con el alto funcionario Shannon, quien «como alto cargo del Departamento de Estado hasta febrero de 2017 (…) fue el máximo promotor del diálogo con Venezuela que protagonizó Rodríguez Zapatero, ex presidente del Gobierno de España».

 

Esta asociación construye el relato de un sector que contiene las pretensiones militares en la región, prefiriendo las rutas diplomáticas de acercamiento. Blasco descalifica categóricamente la suposición circunstancial de modificar el tono incriminatorio y de «mano dura» hacia Venezuela, argumentando que eso sólo serviría para intensificar «la dictadura y la represión» y acentuar la «crisis humanitaria» en el país.

 

En el camino de adjudicarle a los demócratas la culpa de flexibilizar las condiciones de negociación con el régimen venezolano, niega a propósito al directorio de Nicolás Maduro como el verdadero responsable de los canales de diálogo que se han producido entre Washington y Caracas, además en clara situación de desventaja para la primera parte.

 

Así fue que ocurrió, recién electo para el mandato presidencial de 2018, la reunión de Maduro con el Senador Bob Corker, buscando capitalizar una victoria política con la liberación del agente de la CIA, Joshua Holt, en el marco de una denuncia hecha contra el ex encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos en Venezuela, Todd Robinson, quien estableció contacto con golpistas del sector militar y que derivó en su expulsión inmediata del país.

 

Este encuentro, gestionado por el Estado venezolano, dejó en evidencia la pobre capacidad del Departamento de Estado para mantener una narrativa unificada con respecto a la desaprobación a la institucionalidad del país. Ahora los arquitectos del caos que imperan alrededor de la Administración Trump, hacen gala de la desmemoria selectiva utilizando esta y otras victorias del chavismo en los procesos de diálogo para restablecer el orden político interno, como insumo de campaña que descoloque las decisiones en asuntos exteriores que toma el presidente y que garantice su salida del despacho oval.

 

Ensamblaje extranjero de golpes de Estado: motivos para no dudar

 

Legitimar las acusaciones que Venezuela lleva haciendo desde principios de 2017, que sitúa a Estados Unidos como autor intelectual de acciones encubiertas dirigidas a propiciar un golpe militar, es un costo ineludible que debe pagar el oligopolio mediático para poder llevar a cabo la estrategia de desacreditación hacia la política exterior de Trump.

 

Ocurre, entonces, que el operador de la ABC interviene allí donde las decisiones tomadas con respecto al país venezolano quedan mal paradas, lavando la cara pública de Estados Unidos. Para ello cita a las fuentes que aseguran que el contacto con militares venezolanos no fue iniciado por el gobierno norteamericano. «El gobierno de Trump accedió a reunirse para tener información, pero en ningún momento se comprometió a prestar ayuda, ni siquiera la de aportar material para la transmisión de mensajes cifrados», afirmó Blasco.

 

Material difundido por el portal de Bloomberg refuta esa tesis, al mostrar que las reuniones de militares disidentes de la FANB fueron coordinadas por Estados Unidos junto al apoyo de Colombia. Los recurrentes llamados al sector de la defensa nacional por parte de funcionarios públicos como Rex Tillerson y Marco Rubio a forzar un cambio de régimen antes de la concreción electoral del 20 de mayo, también reduce ese flojo argumento de la «mera actitud de escucha» que, según Blasco, tuvo la participación estadounidense en el fallido golpe de Estado.

 

En todo caso, la evidencia aquí tiene un propósito que supera las fronteras de lo obvio. No es denunciar las operaciones de desestabilización en el país y el resto de los gobiernos del continente por intereses transnacionales, sino emplear esos insumos para instigar el enfrentamiento interno contra el ocupante de la Casa Blanca.

 

Para colocarlo en dos platos: NYT responde al Partido Demócrata y a la élite neoliberal que adversa a Trump. Con su filtración, boicoteó una operación secreta que buscaba lograr un golpe de Estado en Venezuela, para seguir proyectando mediáticamente la incapacidad de Trump. Ante esto, el infomercenario Emili J. Blasco ataca a los demócratas (jefes políticos del NYT) colocándolos como gestores del diálogo, y por ende de la «oxigenación de la dictadura», para validar la «mano dura» de Trump y una acción de fuerza.

 

Pero lo cierto es que las dos élites enfrentadas en Estados Unidos desean el socavamiento de la Revolución Bolivariana, así que la discusión en torno a los métodos es más bien una estrategia empleada para restarle fuerza al otro y así capitalizar políticamente una acción alocada que deje todo el crédito a un solo sector.

 

Lo que sí es cierto es que el gobierno venezolano ha sabido darle lectura a los mecanismos alternos de intereses foráneos de empujar a la insurrección en el seno militar, desactivando rigurosamente los conatos de golpismo. Esta movida le deja la tarea en casa al enemigo de operar en el inestable margen de gobernabilidad, producto de la camorra armada por el establishment norteamericano.

 

Al cierre de esta publicación, NYT publicó una nota editorial afianzando su posición y afirmando que «el presidente Maduro necesita irse, pero un golpe respaldado por Estados Unidos no es la respuesta», reafirmando su postura de choque contra las gestiones del actual gobierno estadounidense.

 

El senador Marco Rubio, expuesto por la filtración del medio neoyorquino, tildó de estúpida la publicación. De esa forma confirmó que a través de Venezuela también se narra la disputa a muerte de las élites estadounidenses.

 

(Misión Verdad)