Los acontecimientos más resaltantes han tenido durante todo el año una especie de telón de fondo, es decir, situaciones permanentes que condicionan todo lo que ocurre puntualmente. El más significativo de esos contextos es la penosa realidad económica.

 

Aquí se han confrontado sordamente las estrategias políticas. La oposición ha trabajada con denuedo para que la crisis económica sea cada vez más grave, que ocasione calamidades tan severas como para provocar un estallido social y –como que dos y dos son cuatro, al menos en sus cálculos- un cambio de gobierno.

 

En respuesta a ello, las fuerzas revolucionarias han luchado por atenuar el sufrimiento y evitar el colapso. Obviamente han estado lejos de lograrlo, pero una porción importante del pueblo parece valorar el esfuerzo. De hecho, la campaña electoral presidencial se basó en la tesis de que Maduro es “el protector” del pueblo. Con iniciativas como la entrega de alimentos vía CLAP y el pago de bonos directos a la población esta percepción se ha reforzado.

 

El clamor de la sociedad por una mayor atención al drama económico ha estado presente a lo largo del año, pero ha tenido sus picos. En los primeros meses, el presidente Maduro empleó esta exigencia a guisa de promesa electoral. Dijo que una vez que el pueblo lo ratificara en el cargo, se dedicaría a tiempo completo a la economía. No ocurrió así y no fue sino hasta tres meses después, el 20 de agosto, cuando lanzó el Programa de Recuperación Económica, incluida la reconversión monetaria que eliminó cinco ceros al bolívar.

 

Durante las primeras semanas de aplicación de ese plan, el país tomó un respiro, pero a la vuelta de un par de meses, el cuadro seguía tan complicado como en la primera mitad del año. En los días finales, con el anuncio de los llamados “factores de corrección”, además de las bonificaciones especiales típicas de la Navidad, se ha producido otra toma de aire. No obstante, siguen haciendo su efecto la presión de los precios especulativos de todos los bienes, una virtual dolarización y los redoblados esfuerzos de EEUU y otros países por asfixiar a la  población hasta que reaccione contra el gobierno.

 

Un elemento fundamental que el Ejecutivo ha desarrollado como respuesta a la guerra económica es el carnet de la Patria. Se trata de una herramienta de control político de primer orden en tiempos de la big data. Sus conexiones con la estrategia política centrada en lo electoral son evidentes.

 

(LaIguana.TV)