Hasta 72 horas de cola en la calle deben hacer familiares y amigos de los enfermos de Covid-19 para conseguir un cilindro de oxígeno en Perú, un bien esencial del que depende la vida de quienes sufren las formas más agresivas de la infección y que el Estado no es capaz de proveer.

Según un reporte de la Agence France-Presse (AFP), «con mantas en el suelo, sobre pedazos de cartón o en pequeñas carpas, la gente espera a que el personal del centro de oxígeno Criogas en El Callao, la ciudad portuaria contigua a Lima, inicie la rutina de cada mañana: revisar con la policía la lista de quienes hicieron fila y anunciar cuántos cilindros se pueden llenar«.

Desde el inicio de la pandemia, Perú ha sido uno de los países más afectados. En contraste con otras naciones, el alto número de casos ha sido prácticamente una constante y no parece haber un punto de corte claro entre la primera ola y la segunda.

A fines de julio, los titulares eran más o menos iguales que ahora. Palabras como «escasez de oxígeno« y «largas filas –colas–» acompañaban informaciones sobre el coronavirus en Perú.

Esa nación andina ocupa la 18.ª posición en cuanto al número de infecciones a nivel mundial. Desde el pasado marzo ha reportado un millón 125 mil 875 casos de Covid-19 y 40 mil 686 decesos, de acuerdo con las cifras compiladas por el portal Worldometers y el sistema sanitario no ha logrado estar a la altura de la situación.

La angustia de quienes hacen esas colas imposibles, es que el tiempo no transcurra en vano. Para poder llevar vida en el cilindro, hay que madrugar y, a veces, eso no basta.

Así lo contó Yamil Suca, un estudiante veinteañero, a la AFP: «Ayer hicimos largas colas, estoy desde las cinco de la mañana y llegué tarde, porque hay gente que lleva dos o tres días». Su papá, un hombre de 50 años, enfermó y su saturación es baja. No puede darse el lujo de abandonar.

Precios bajos, larga espera y tiempo en contra

En Criogas, asegura la agencia, los precios son «bajos» y la demanda es alta.

Eso explica que ante la falta de alternativas y la incapacidad del Estado peruano para proveer atención médica a sus ciudadanos, día a día, cientos de personas permanezcan a la intemperie, sin «un sitio óptimo donde dormir, comer o atender sus necesidades, y soportar la bajada de temperaturas durante la noche, con los fuertes vientos que caracterizan la zona».

Al amanecer, la actividad parece regresar a las calles y poco a poco se dejan caer en la fila vendedores ambulantes. La oferta es sencilla: pan con aguacate y café. Con suerte, quienes llevan esperando entre 9 y 12 horas, obtendrán un poco de energía mientras consiguen llenar el tanque.

Eso es lo que espera Miguel Ángel, un joven de 22 años que aguardó toda la noche y tiene el número 124. En su caso, necesita oxígeno una pariente de 89 años que «está delicada». También es afortunado, pues no tendrá que hacer un día o dos de cola. Su primo llegó para relevarlo.

«La lista de espera, organizada por algunos efectivos de la policía peruana, es revisada por la mañana para comprobar que nadie adelante el turno y también evitar la llegada de revendedores que aprovechan la crisis para lucrarse», se detalla en el trabajo de la AFP.

Suenan nombres y apellidos, se marcan los tanques y luego empieza el llenado. Cada 45 minutos, 10 personas tendrán la oportunidad de cargar su tanque con oxígeno, en un continuo que para a las cinco de la tarde.

Hay quienes, como Yulisa Torres, una mujer de 46 años, no están en posición de esperar un segundo. Su mamá tiene 69 años y su condición es crítica. «Si no llevamos el oxígeno se nos muere, pero con el favor de Dios saldremos adelante», asegura.

Aunque el número de casos en el país nunca ha disminuido ostensiblemente, tras las fiestas decembrinas se produjo un nuevo pico de contagios, lo que obligó a las autoridades a decretar un confinamiento obligatorio en Lima (capital) y en siete departamentos entre el 1 y el 14 de febrero.

(LaIguana.TV)