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El 27 de noviembre de 1992 tuvo lugar la rebelión militar organizada contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. José Gregorio Santos Santeli relata con detalles los acontecimientos de aquel día. 

 

El 26 de noviembre de 1992, en la formación acostumbrada a las 20.00 horas, los soldados que prestaban servicio en la base aérea “La Carlota”; en el grupo de policía y servicios generales; después del parte, recibieron la Navidad con un conjunto de gaitas. Todos estuvieron presentes, menos aquellos que por un motivo u otro se encontraban en el calabozo.

 

Allí se encontraban cuatro individuos de tropa: Cabo Primero: Palencia Manuel Enrique; por retardo de permiso, Cabo Segundo: Argenis Uzcanga; por caminar en el patio de honor, Cabo primero: Valecillo Jurado Carlos; por tener hambre y haber tomado un pan de más en el comedor. Todos ellos sabían lo que iba a suceder dentro de unas horas… Cada uno de ellos trabajaba, como choferes, guarda espalda, ayudante o guarda comando de diferentes generales de la comandancia general de la aviación: inclusive uno de ellos era el guarda espalda personal del Comandante general Fuguet Borregales. Otro del General Padrón Lozada (Jefe de compras)… Todos ellos escogidos para esa función, por sus cursos tácticos; desde seguridad de base, armamento y explosivos, comando rural entre otros. Y todos ellos eran amigos.

 

Cuando en la madrugada del 27 de noviembre empezó la distribución del armamento a la tropa, el parque se encontraba detrás de los calabozos. Todos juntos golpearon la pesada puerta… Y el Tcnel Wilmar Castro Sotelo fue el encargado de liberarlos, les dijo que se unieran a la insurrección, contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez y que tomaría en cuenta todos sus casos. A ciencia cierta Castro no sabía quiénes eran estos nuevos insurgentes. Tal vez los tomó como los malas conductas , pero los mandó a uniformar y los armó. Y les dijo que serían su brigada especial; y no lo decepcionaron. Su primera orden fue tomar de prisionero a un general que intentaba salir por alcabala hueco, fue sometido y puesto preso y llevado al comedor de tropa.

 

Luego les ordenó buscar a los comandantes del grupo de policía aérea; orden que cumplieron. Y el mismo Tcnel Castro metió al calabozo al segundo al mando; un mayor altanero e inmoral, que se dedicaba a maltratar y a ofender a los soldados; y más aún tratarlos como si fueran esclavos. La base estaba asediada, por franco tiradores, pertenecientes a la Disip, La antigua PTJ y la Guardia Nacional; en las dos alcabalas principales se desarrollaba un fuerte intercambio de disparos. Y circular por la perimetral de la base era una odisea; y se acababan las municiones. Castro Soteldo necesitaba un vehículo para distribuir las municiones y esos cuatro hombres sabían dónde encontrarlo y se presentaron con un Jeep CJ5; color rojo. Ideal para el momento.

 

Cargaron las municiones, pasaron casi media mañana entre disparos de franco tiradores, distribuyendo las balas. Los persiguieron dos carros de la Disip , por la perimetral de las Mercedes, tratando de aniquilarlos, obligándolos a pasar por un fuego cruzado de la alcabala principal, el vehículo quedo lleno de impactos , pero milagrosamente nadie salió herido. Los ocupantes cuando pasaron por la primera Garita vieron cuando un disparo impactaba en la cabeza del soldado que estaba allí y trataron de auxiliarlo, al levantarlo sus casco cayó. Y allí estaban sus sesos pegados. Irónicamente nadie se acuerda de él.

 

Por orden del Tcnel Castillo, primer comandante del grupo de policía, tenía más de un mes montando guardia en esa garita como castigo y le habían puesto el sobrenombre de Cabeza de garita: un joven de la ciudad de Barquisimeto , el primero que perdió la vida en esa base. Al llegar al grupo de policía se presentaron a Wilmar Castro. Después de ponerlo al tanto de las novedades sufridas, tenía una nueva orden; un bronco venia accidentado e intentaría llegar a la pista. Y dio esta orden: “Quiero que rescaten a ese piloto”… “Sea como sea”. Sabíamos que había francotiradores apostados a los alrededores y que sería casi imposible, rescatar a ese piloto. Pero órdenes son oórdenes, pero esta vez contamos con más apoyo. Y allí estaba una camioneta verde, que servía de escolta al comandante general y que habíamos sustraído de la comandancia general, nos armamos lo mejor que pudimos, hasta una bazuca sacamos de esa camioneta. Y salimos los dos vehículos desde el taller donde terminaba la pista. Arrancamos cuando vimos el bronco, echando humo desde uno de sus motores, venía a baja altura y descendiendo. Nunca se pensó que el piloto iba a inyectarse. Al hacerlo a los dos minutos cayo el bronco en la pista, parte del fuselaje del avión paso a nuestro lado derecho a menos de diez metros y por otro costado paso un ala dando vueltas con los motores incendiándose. Ubicamos el piloto entre el humo y los disparos. Teníamos que protegerlo y observamos como violando el tratado de la convención de Ginebra, querían eliminarlo en el aire, todos disparábamos a los alrededores. Pesábamos que el piloto estaba muerto cuando cayó. Y que había conseguido su objetivo, tratamos de montarlo rápidamente en la camioneta, pero el paracaídas nos los impedía, en su uniforme llevaba un apellido Magallanes, Lo vi partir rumbo al servicio médico. Y nos salimos de ese infierno… para meternos en algo peor.

 

La alcabala principal se quedaba sin municiones de la ametralladora punto 50 que estaba allí. Y teníamos que abastecerla… meternos en la boca del lobo… Cargamos las municiones en el parque y después de planear la operación con Castro , evitamos los más posible lo francotiradores y llegamos al primer hangar que se encuentra en la pista, entre 80 o 100 metros de la alcabala principal.

 

Teníamos que llegar allí, era vital entregar esas municiones. El cabo primero más antiguo decidió ir él. Ya no le importaba su vida, fue entrenado para eso ..Y le gustaba la adrenalina, Le dio órdenes a Palencia que si caía en el intento, él tenía que terminar del cumplir esa orden, pero sea como sea esa última caja de municiones tenía que llegar a la alcabala. Tomó la caja y corrió…Como lo habían enseñado, sintió las balas silbar a su alrededor, vio como caían cerca de su pies, pero siguió y la tiro detrás de la alcabala, después de una pequeña cerca. Y se devolvió. Su amigo estaba allí al descubierto disparando al Centro Comercial Tamanaco, con una uzi en cada mano… Al paso de la horas, todo se fue perdiendo por la escasez de municiones, realmente se agotaron prácticamente…y las tanquetas de la guardia nacional violaron la alcabala principal.

 

El Tcnel Wilmar Castro y dos de aquellos cabos, estaban en la comandancia general , cuando entro la primera tanqueta y se apostó en la entrada del edificio, estaban apostados en la azotea, con una bazuca; Palencia la quería volar , pero la buena conciencia del Soteldo, impidió más derramamiento de sangre. Situación que no comprendieron en aquel momento los dos soldados y en una de la escaleras de la comandancia se tropezaron con un general ; Conocido muy bien por uno de esos cabos. Y este general ordenó que todos los soldados salieran con las manos en alto, al pasillo de la comandancia. Allí hubo un motín por uno de los cabos; el más antiguo,  si no hubiese sido por Castro Soteldo, realmente ese general estuviera muerto…Y él debe de recordar muy bien ese intenso momento. Porque ese antiguo cabo aún no lo ha olvidado. El mismo sacó a todos sus compañeros, hacia el grupo de policía aérea. El levantamiento había fracasado. Soteldo y él se encontraron…Cuando ya rendidos los soldados golpistas cantaban el Himno de la Fuerza Aérea, antes de que Castro lo apresaran, compartieron un trago de whisky. Palencia y el fueron sus últimas escolta… Hoy puedo dar fe. Que Wilmar Castro tuvo la oportunidad de salir del país y refugiarse en Perú, como lo hizo Visconti. Pero el honor militar de este Tcnel es de enfrentar sus propias acciones, cualidades que no son ahora comunes en estos tiempo.. Hubo hechos que he obviado como el maltrato al personal de tropa en la noche del 27 de noviembre. Hasta el maltrato Psicológico, cuando detonaron las bombas del bronco caído. Las degradaciones de rangos que sufrieron los participantes, las persecuciones policiales que sufrieron. Todos ellos salieron con rango de soldados rasos. Mala conducta, cada quien vivió a su manera este alzamiento militar. Y yo estuve allí…Quizás pocos le tomarán importancia a estas líneas. Pero es parte de esta historia revolucionaria…Y muchos más parte de mi existencia. José Santos… la mejor gloria de un hombre es aquella que habita en sus recuerdos.

 

(LaIguana.TV/José Gregorio Santos Santeli)

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