Las elecciones de medio término (midterm elections) en Estados Unidos confirmaron la tendencia polarizada que se plantea en el mapa político de ese país. Los demócratas ganaron la mayoría de los escaños en la Casa de los Representantes mientras que los republicanos hicieron lo propio con el Senado.

 

Específicamente, en el estado de Florida hay una repartición un tanto igual en cuanto a las correlaciones de fuerza política entre ambos partidos. El candidato republicano Ron DeSantis ganó la gobernación con unos 50 mil puntos de diferencia sobre su contrincante demócrata Andrew Gillum, apenas un 0,7% de diferencia de votos entre ellos. La trifecta (poder en los dos polos del Congreso más la gobernación federal) sigue en posesión de los republicanos.

 

Esa repartición polarizada del Congreso estadounidense y la victoria pírrica de DeSantis pareciera replantear algunos equilibrios partidistas con respecto a Venezuela en Florida, estado donde rigen lobbys políticos a favor de una mayor ofensiva sobre el chavismo, Cuba y Nicaragua, pero que a la larga no cambia el fondo en la estrategia de cambio de régimen venezolano.

 

En la Cámara de Representantes

 

Los republicanos obtuvieron 14 escaños en la Cámara de Representantes, los demócratas se quedaron con 13. Eso da la ventaja en ese apartado al partido de Donald Trump, pero perdieron algunos puestos clave que se conectan directamente con los grupos antivenezolanos en el sur de Florida.

 

Carlos Curbelo, que buscaba la reelección por el Partido Republicano en el distrito 26, perdió ante la demócrata Debbie Mucarsel-Powell, oriunda de Ecuador y en la línea anti-Trump, sobre todo en lo referido a los migrantes. Curbelo apoyó como congresista todas las leyes y pronunciaciones en contra de Venezuela, junto a sus ex colegas Mario Díaz-Balart y Ileana Ros-Lehtinen.

 

Estos dos últimos, sin duda, fueron los más empecinados enemigos del chavismo en la Cámara de Representantes, tanto por sus conexiones con las mafias de Miami como por sus ascendencias anticubanas, aun siendo latinos por nacimiento o sangre.

 

Ileana Ros usó un delfín para el distrito 27, la republicana María Elvira Salazar, experiodista y presentadora de televisión, quien perdió ante la demócrata Donna Shalala. Díaz-Balart resultó reelegido por el Distrito 25, lo que no sorprende.

 

Los tres distritos son clave a la hora de abordar el tema Venezuela en el Congreso, ya que geográficamente representan los intereses de los grupos venezolanos y cubanos con poder de cabildeo. Por ello, resulta una baja sensible para éstos el que los republicanos perdieran los escaños de los distritos 26 y 27.

 

De ser elegida, Salazar había dicho en su campaña electoral que el presidente Trump tiene que tomar la «opción nuclear, que es dejar de venderle y comprarle petróleo a Venezuela, porque no se puede hacer más negocio con el Gobierno de Maduro. ¡Que se lo venda a la China!», una declaración que se compagina con lo expresado por otros republicanos como Marco Rubio, de la línea dura por el cambio de régimen contra el chavismo.

 

Tanto Mucarsel-Powell como Shalala han debido expresarse sobre la situación venezolana y las acciones que emprenderían de ganar un escaño, una asignatura obligatoria debido a los distritos que aspiraban representar, y que ahora pasarán al hecho legislativo, aunque sin duda con menor fuerza que la impuesta por Curbelo y Ros-Lehtinen.

 

Shalala apoya las sanciones a Venezuela, presentaría un proyecto de ley que pedirá el Estatus de Protección Temporal para los venezolanos que se encuentran en los Estados Unidos y está dispuesta a liderar una comisión bipartidista con el objetivo de multiplicar los recursos y las ayudas para los países suramericanos que actualmente reciben a venezolanos que migran por tierra.

 

Mucarsel-Powell, por su lado, se ha pronunciado en contra del Gobierno presidido por Nicolás Maduro, pero no apuntó una agenda detallada sobre sus pasos contra Venezuela, aunque se esperan asimismo acciones de apoyo a lo que Shalala, de mayor ascendencia mediática, disponga.

 

Lo que no se puede ocultar es la gran decepción por parte de personeros mediáticos a raíz de la derrota de Curbelo y Salazar.

 

En el Senado

 

El escaño del republicano Marco Rubio estaba asegurado pues fue elegido en 2016 debido al complejo sistema de elecciones que existe en Estados Unidos.

 

Pero Bill Nelson, demócrata y aspirante a la reelección, perdió contra el republicano Rick Scott, gobernador del estado de Florida hasta diciembre de este año, con una diferencia de apenas 0,4%, unos 30 mil votos.

 

Hasta 2020 estará el dúo republicano en lo más alto del Senado por la Florida, quienes han sido un eje de influencia en la política exterior hacia Cuba y Venezuela de la Administración Trump.

 

Seguramente, ambos unirán esfuerzos para presionar por medidas como el embargo petrolero y la confiscación o torpedeo de activos venezolanos en suelo estadounidense (pensar en Citgo Petroleum y los bonos de PDVSA), que no necesariamente están en la agenda legislativa del Partido Republicano pero sí pueden pujar desde sus posiciones, y en tándem, a la Casa Blanca para tomar acciones contundentes contra la Revolución Bolivariana.

 

Por el Senado, así, no hay ninguna sorpresa. Más bien se espera un recrudecimiento de las vocerías antichavistas y en su accionar, en una línea que ya de por sí tiene a Venezuela como un tema recurrente en sus audiencias y en la agenda legislativa de la mano de congresistas tanto republicanos como demócratas.

 

¿Quién es Ron DeSantis?

 

El candidato de Trump, Ron DeSantis, ganó la gobernación de Florida con un importante apoyo de los lobbys armamentísticos y conservadores de la rama blanca supremacista. John Bolton, el actual Asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, le dio también un espaldarazo que lo ayudó a encumbrarse.

 

DeSantis, abogado de profesión, formó parte de la Cámara de Representantes de 2012 hasta septiembre de este año (desde donde apoyó toda acción legislativa contra Venezuela) para poder lanzarse como candidato a la gobernación. El lobby israelí y la Armada del Pentágono también dieron un apoyo a este conservador, quien dice apoyar a Trump en todas sus agendas políticas de cara a un estado crucial para las próximas elecciones presidenciales de 2020.

 

Que el nombrado sector militar lo alabe como gobernador tiene sentido si sabemos que DeSantis participó en la fuerza naval durante la invasión y ocupación de Irak en 2003 y como auditor militar general en la cárcel de Guantánamo (Cuba), donde las violaciones a los derechos humanos por parte de las autoridades estadounidenses son sistemáticas y harto conocidas.

 

Ya sus declaraciones contra Irán y Cuba, aliados del Gobierno venezolano, y su defensa acérrima al ente sionista de Israel, lo proyectan como un gobernador que seguramente tendrá a Venezuela en la mira, sobre todo si el presidente estadounidense le pide algún apoyo o consejo particular, con el lobby antivenezolano del sur de Florida mediante.

 

Sobre todo si tomamos en cuenta que Bolton, un acreedor político de su victoria, recientemente consideró que Venezuela, junto a Nicaragua y Cuba, conforma una «troika de la tiranía» que amenaza la seguridad de los Estados Unidos.

 

¿Qué pierde el grupo pro-intervención?

 

Las conexiones de DeSantis con Marco Rubio, Rick Scott (colaboradores entre ellos) y la Administración Trump lo ubican en la línea dura contra Venezuela, que junto a las acciones del Congreso podría embarcarse en una nueva oleada de sanciones y tácticas de presión a nivel internacional, en coordinación para intentar el cambio de régimen tan ansiado por Miami.

 

Pero la realidad pareciera chocar con ese determinismo. El lamento de venezolanos conectados al establishment del sur de Florida por los curules perdidos en la Cámara de Representantes tiene un aditamento que no debe pasar por debajo en el análisis: el hecho de que las relaciones construidas por el lobby Ledezma-Arria, pro-intervención militar, se deshilvanan o comienzan de cero ante una nueva representación legislativa en los distritos 26 y 27.

 

Eso unido al nulo consenso que existe dentro de la Administración Trump para acciones militares de peso contra Venezuela tiene al cabildeo antivenezolano lamentando el tener que reconstruir ese marco de relaciones que con Curbelo y Ros-Lehtinen ya se había consolidado, perdiendo a su vez dinero e influencia en las decisiones que se toman en el Congreso adentro.

 

Aunque es cierto que Rubio y Scott llevan algunos años trabajando con estos grupos de presión, autoerigidos como un posible Gobierno de transición venezolano en el exterior, no es necesariamente un hecho que ambos lleven a conclusión lo que los otrora congresistas republicanos venían trabajando y acordando. Más bien este dúo podría cambiar de ruta a la hora de abordar el tema Venezuela desde el Senado.

 

De esta manera, los distritos clave que perdieron los republicanos en la Cámara de Representantes podrían representar una pérdida de fuerza, desde abajo hacia arriba, de las dinámicas intervencionistas que llevaban a cabo las mafias mayameras con el fin de ver, por fin, al chavismo exterminado. Y por ello, salud.

 

(Misión Verdad)